viernes, 21 de septiembre de 2007

La generación iPod va a la calle (I)



Cualquiera que haya contemplado una manada de cheetas o leones en televisión sabe que los cachorros cuando acompañan a los padres no juguetean y corretean porque sí: cuando se muerden y persiguen, cuando se divierten con alguna presa que los mayores les dejan al alcance, están aprendiendo a ser predadores.
Ocho años oyendo las discusiones políticas de sus padres en la cocina, ocho años de bombardeo inclemente de mensajes políticos por los medios de comunicación, ocho años de marchas, de golpes y contragolpes, de motorizados armados contra guarimbas, de exilios, de duelos, de presos que se escapan en medio de un ambiente bufo, y el resultado de una juventud altamente politizada está aflorando visiblemente de parte y parte.
Si el actual proceso quería procrear una juventud con conciencia política de cambio, pues lo ha logrado, pero sobre todo dentro de la oposición. Los estudiantes chavistas también son jóvenes y están altamente politizados: pero aunque son de la misma generación pertenecen a un ala conservadora, no quieren cambiar nada, simplemente continuar un régimen que ya en ocho años se ha ‘normalizado’, en el sentido de que los eventos políticos en su interior pretenden seguir en la mayoría de los casos los rieles e instituciones que el mismo proceso ha creado y que en su momento fueron de cambio, novedosos, revolucionarios si usted quiere, pero que ya hoy en día son normales, habituales: seguirlos no implica ninguna ruptura.
Creo que asistimos a la eclosión de una generación de animales políticos –en el sentido de Aristóteles- con una configuración muy peculiar; algo así como una generación de animales políticos iPod. Para ellos, la realización como seres humanos sólo puede ocurrir plenamente en el espacio público, en el encuentro y el intercambio con los otros, como para el ciudadano de la pólis ateniense. Claro que ahora el encuentro tiene dimensiones globales, reales y virtuales a la vez, en una especie de ágora híbrida: puede ser con un vecino, con alguien con quien codo a codo marchan, con sus compañeros de universidad o con alguien muy distante, con quien se comunican instantáneamente mediante la tecnología que les ha dado sus herramientas de lucha, de trabajo y diversión por excelencia: los celulares, los iPods, las lap-tops y los blackberry.
Se afirma que permanecieron ocho años fuera del activismo político como gremio, en tanto estudiantes. Pero esta red estudiantil no se improvisa ni es producto del azar. Entiendo que tienen bastante tiempo organizándose; recuerden ustedes el asesinato de los hermanitos Faddoul, cuando salieron espontáneamente a la calle, cuando se sentaron y bloquearon la Av. Teherán de Montalbán y la autopista. Inmediatamente, vino el evento ‘Acuéstate por la vida’, en Plaza Altamira, con los cuerpos yacentes clamando por el derecho a la vida, recortados por las figuras dibujadas con tiza que simbolizan a los caídos: fue el primer aviso. Luego siguió una cierta coordinación en torno a la defensa del voto en diciembre 2006 (Plan V), que les dio músculo organizativo. Tócales sus intereses y estás lanzando un fósforo en un tanque de gasolina. Porque no se trata simplemente de defender la libertad de expresión y la de escoger lo que quieres ver: también les amenazaron directamente la autonomía universitaria en aquel mitin jactancioso del Teresa Carreño. Por la boca muere el pez. Sin alusiones subliminales.
Que se movilicen defendiendo sus intereses directamente amenazados no los descalifica sino que los legitima aun más: quien en política dice no defender algún interés que le toca, es un farsante, tratando de hacerse pasar por un ángel: sólo que, como decían los federalistas, si fuéramos ángeles no necesitaríamos gobiernos.
Primero dijeron que no estaban haciendo política, lo cual era ridículo porque tenían paralizada una ciudad entera. Luego dijeron: ‘Bueno, sí estamos haciendo política pero sin partidos políticos’. Esto último es respetable, pero no puede durar para siempre. Sin partidos políticos nuevos, sin ideología ni un modelo alternativo de país, no van a tener largo aliento, en tanto oposición que defiende ciertos derechos sectoriales que les afectan así como otros valores y derechos generales más amplios y difusos.
Finalmente se les oye decir: ‘Bueno, no le tenemos asco a los partidos, sabemos que son necesarios, pero ya en su momento afrontaremos ese tema.’ Eso suena también bastante sensato. Pero uno espera que ese momento del encuentro no se prolongue indefinidamente en el tiempo, porque el mal no duerme, y hasta en sueños busca organizarse para controlar todo.
La ventaja que tienen los jóvenes afectos al proceso es que tienen ideología, partido y recursos, algo que se vio claro en la unidad monolítica de sus discursos ante la Asamblea Nacional, unidad montada por supuesto sobre la persona del Presidente y su proyecto. A usted puede parecerle que tanto la ideología como el partido que cobija a estos jóvenes ‘revolucionarios’ son una mamarrachada: pero son reales, no son fantasías, y lamentablemente la oposición no tiene algo equivalente, pues para derrotarlos se ha dedicado con una disciplina ejemplar a destruir sus propios recursos políticos, en una actitud que el inefable CAP llamaría de autosuicidio. Pero el debate está abierto: y uno sabe cómo comienza, pero no puede adivinar cómo termina.

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