martes, 15 de diciembre de 2009

Manuelito




Óscar Reyes Matute

Nadie podría prever fácilmente un lingüista, un semiólogo, naciendo en La Laguna de Perro Seco, San Fernando de Apure. Pero allí nació Manuel Bermúdez. A muchos ha de haberles extrañado la jerga en que hablaba Manuelito siendo un miembro de la Academia de la Lengua: hablaba como un veguero, con acento nasal, y empleaba términos como “camarita”, “enjorquetado”, “atajaperro”. Puedo imaginar la sorpresa de sus colegas de las academias correspondientes en toda Hispanoamérica al oírle: un señor trigueño aindiado y narigón, de una erudición exquisita, que sonaba como un campesino que llega de ordeñar vacas a tomarse un cafecito antes de partir al sogueo, y que conversa afable con la cocinera.
Le conocí hace más de 20 años, cuando él era el semiólogo de las telenovelas de RCTV. Iba a visitarlo de Bárcenas a Ríos, y no se crea que nuestras charlas versaban sobre Saussure o Eco: nada que ver, nos interesaba el tema de si el lenguaje que aprendimos de nuestros mayores –el castellano que se habla en el llano- era un barbarismo que debía corregirse o algo más. Yo padecí en carne propia este dilema, pues cuando llegué de Guárico a Maracay, tuve que cambiar el acento en la escuela, para no parecer un campesino bruto e inculto. Manuelito me sacó de ese error, de ese complejo: las charlas en el sopor de las tardes de su oficinita en RCTV me sirvieron para aprender que el castellano que se hablaba en el llano –se está perdiendo por la modelación que ejercen de los medios de comunicación- era similar al del Siglo de Oro de España: yo diría –y espero que Manuelito me escuche y me corrija doquiera que esté- que es como un ladino congelado. Yo lo vide, yo aguaité, vale… Es Cervantes, así de simple, traído en las carabelas, desperdigado por la ardiente planicie y congelado en Calabozo, la Atenas del llano, o en La Laguna de Perro Seco, San Fernando de Apure.
Claro que este tema se asoma en Antonia Palacios o en Teresa de La Parra. Pero estas distinguidas damas no lo encarnaron como Manuel, ni lo transmitían con su jerga: ellas no lo hablaban sino que lo señalaban en algún personaje literario, mientras que Manuel nunca quiso corregirlo, y lo hablaba con orgullo ante gente como García Márquez o Lázaro Carreter.
Esa honestidad no fue fácil, mucho sufrió el eminente semiólogo, pues de todos lados lo despedían: de RCTV, del Pedagógico, de la Universidad, y se fue del Secretariado de la Academia antes de que lo siguieran molestando. La última vez que hablé con él, le conté que también me habían botado de todos lados, de la UCAB, de UNT, y pare de contar. “Chico, es que la gente como uno termina siendo incómoda…” Incómoda… creo que ese adjetivo resume la sensación de vergüenza que su honesta manera de ser generaba en los lameculos de la cultura venezolana: mira que andar por la vida así, sin miedo a ser lo que uno es, sin disfrazarse de refinado, así de salvaje, y así de talentoso. Creo que un verso de Arvelo Torrealba lo resume, nos resume: “El coplero solitario / vive su grave altivez / de ir caminando el erial / como quien pisa vergel.”
Los exégetas (talmidim) de El Zohar, desconocen la noción del alma individual, del ego, en su versión helénico-cartesiana: soy único, una res pensante, y la percepción de que estoy pensando es la que me da la seguridad de la existencia. Si no pienso, si no me pienso, si no me siento único, no existo. Pero para los talmidim del libro del Zohar, el alma no es otra cosa que fragmentos de luz del Creador que caen en el mundo, y visten un cuerpo que nace. Durante una vida, muchas otras almas o fragmentos de almas pueden caer y re-vestir ese cuerpo, pegarse de él, cambiarle, elevarle, y eso es lo que entienden como reencarnación en vida. Así, durante tu vida, pueden venir fragmentos de la luz de Cervantes, Góngora, Andrés Bello, a vestir tu magro y finito cuerpo: y entonces te elevas, sin dejar de ser tú mismo, pero participando de esa alma colectiva que solemos llamar Humanidad. Eso pasa cuando leemos, cuando nos influencia un autor, cuando nos cambia la forma de hablar, de escribir, de pensar, cuando nos hacemos un poco como él o ella. Vas cambiando desde tu primer párrafo del abecedario una vez que lees La Ilíada, Don Quijote, Ulises, Cien Años de Soledad, Las ruinas circulares… y todas esas luces se quedan en ti, y te hacen ser el que ahora eres, en la madurez y cénit de tu vida.
Es una forma de decir que el alma, la luz de Manuel Bermúdez, influenció, vistió, el alma de este modesto filósofo llanero, y que ese fue uno de los grandes dones de mi vida como amante de mi lengua madre. Ahora que su alma ha abandonado su cuerpo, quiero, deseo, que siga influenciándome, vistiéndome, iluminándome, como cuando lo visitaba en su oficinita, en las lentas tardes de sus años en RCTV. Es el homenaje más sincero y sencillo que pueda darle al maestro que tanto admiré y que tanto quise.

domingo, 20 de septiembre de 2009

La Universidad los Ciudadanos (UdeC)




Oscar Reyes Matute

I.- De dónde
Hace como diez años, luego de graduarme en filosofía en la UCAB, mi tutor Massimo Desiato me invitó a trabajar en el Centro de Estudios Filosóficos, como profesor investigador en el área de teoría política: con su apoyo, iniciamos una investigación llamada “Proyecto Democracia”, que, supongo, aún debe estar vigente como línea investigativa en el campus de Montalbán.
El objetivo de ese proyecto no es nuevo, sino un clásico de la filosofía política: ¿por qué los sistemas políticos se corrompen? ¿Cómo evitar que se corrompan? O de manera un poco más modesta: ¿cómo contribuir a evitar su corrupción? Heródoto, Platón, Aristóteles, Polibio, Maquiavelo, Dewey, Robert Dahl, Norbert Lechner o Guillermo O’Donnell en buena medida han tratado de ofrecer recetas, fórmulas, alquimias, para contribuir a preservar lo que en cada época se haya entendido como “un buen gobierno”, sea una buena aristocracia, una buena monarquía o una buena democracia.
A finales del siglo XX, y a partir del nombre del proyecto, era obvio que se trataba de contribuir a investigar sobre teoría democrática, dando por sentado en ese momento –y aún hoy- que una buena democracia es el mejor sistema de gobierno que ha logrado la Humanidad, al menos hasta que encontremos uno mejor o hasta que –como dice Borges en “Utopía de un hombre que está cansado”- merezcamos ya no tener gobiernos.
¿Pudimos enseñar y educar para la democracia? Sí y no. Supongo que alguno que otro alumno de nuestro claustro pudo haberse sentido influenciado por los foros, papers, contenidos y eventos que el Proyecto Democracia desarrolló. Pero fuera del claustro creo que nuestra influencia fue mínima o nula. No logramos influenciar a grupos y sectores, que era parte de nuestra aspiración: no logramos conectarnos con la sociedad más allá de nuestros cómodos cubículos, aulas y auditorios, nuestros artículos o entrevistas ocasionales en los medios de comunicación. Es que nuestras universidades son entes que no entran fácilmente en relación con la sociedad política –digamos los partidos políticos, los sindicatos y gremios- ni con la sociedad civil –los barrios, las redes populares, la cuadra, la esquina, el club, la parroquia.
Sin embargo, las universidades son centros de producción de contenidos por excelencia, de manera que sería deseable el intercambio entre quienes producen conocimiento de punta, y quienes lo requieren con más ansia: el pueblo.
Por otra parte, los partidos suelen conectarse con las universidades con una obsoleta visión sectorial: son espacios a ganar en las elecciones de autoridades o de organizaciones estudiantiles como las Federaciones de Centros. En cuanto a los contenidos, los ven con recelo, pues aunque los desean, piensan que tales contenidos y sus autores compiten con ellos en el ágora mediática: un académico, un “ideólogo”, puede terminar desplazando a un dirigente de partido, porque tiene más “discurso”, porque “habla más bonito delante de las cámaras”. Así, el partido quiere utilizar los conocimientos de la academia, pero que ésta se subordine a la organización: que los intelectuales sean “funcionarios” del partido supeditados a disciplina y estructura, que se olviden de la libertad de cátedra y de pensamiento y que –preferiblemente- le regalen los contenidos al político para que éste se luzca en cámara. O para que les preparan documentos, artículos, congresos ideológicos, etc.
Algunos académicos sensibles suelen decirnos: “Carajo, si pudiéramos utilizar este vehículo de comunicación, de organización y agregación de intereses que son los partidos para diseminar las ideas que aquí se producen…” Pero debemos reconocer que más de un académico avispado quiere aprovecharse de los partidos para –sin querer queriendo y sin trabajar mucho ni patear cerros, barrios y zanjones, a punta de mediocracia y antipolítica- llegar a diputado, gobernador, y cuidado si hasta presidente. Conocemos esos casos, y los partidos no son tontos: pero parecería lógico que aquí debería haber una relación de mutuo provecho, de autolimitación de los excesivos intereses egoístas, digamos, como en un equilibrio de Nash, aunque no es fácil, como sugieren los llamados realistas políticos.
Al final, quien padece es la democracia y los ciudadanos, porque los dos sectores, que juntos pueden ser dinamita, no terminan de ponerse de acuerdo: se trata de un choque de egos. La academia sabe que tiene un valor agregado: los contenidos. Los partidos tienen su valor agregado: la organización. Pero el este trato entre uno y otro es traumático porque juegan al dilema del prisionero y ambos flaquean, desconfían, delatan al aliado, lo cual permite que los carceleros triunfen sin sudar mucho.
No creo que mi experiencia sea aislada: posiblemente muchos colegas académicos y compañeros de los partidos han pasado por situaciones semejantes: academia y partidos no logran encontrarse aunque se desean mutuamente.
Pero gracias a los avances tecnológicos los contenidos se han democratizado y no es imprescindible –aunque siempre es bueno- ir a un campus físico a investigar: el conocimiento se desplaza hacia la red de manera irreversible. Gracias a esa misma revolución, muchas de las antiguas funciones de los partidos políticos ahora han sido asumidas directamente por los ciudadanos a través de sus redes, sus ONG’s, sus asociaciones y grupos. Digamos, el conocimiento y los ciudadanos ahora se ubican en un alter espacio, en el cual pueden conectarse sin la mediación de los egos de a) la academia y sus scholars b) los partidos y sus dirigentes.
Habiendo experimentado en ambos espacios –la academia y los partidos- uno puede ubicarse sin embargo en este alter espacio fomentado por la civilización digital y pensar con otro sistema operativo, ya del siglo XXI, en el problema que afana a los pensadores políticos desde hace 3.000 años: ¿cómo contribuir a preservar una buena democracia? ¿Con estas nuevas herramientas se puede lograr el sueño de John Dewey, educar para la democracia? Nuestra respuesta es sí.

II.- Cómo
Hace un año, durante la inauguración del nuevo mercado de Chacao, el entonces candidato y actual alcalde Emilio Graterón y yo nos tropezamos. José Antonio Alvarado, concejal y amigo, me había comentado que Emilio tenía el sueño de crear una universidad para los ciudadanos. El sueño de John Dewey se mezcló con el mío propio y el del alcalde. Le dije: ¿Por qué no creamos la Universidad de los Ciudadanos en Chacao? Lo cual aceptó. Le pregunté si le molestaba que comenzáramos con un working paper sobre el asunto y también aceptó. Ya para diciembre habíamos desarrollado ideas sobre el concepto de universidades populares, y entrevistamos largamente a Emilio, para fortalecer el proyecto con el aporte de la máxima autoridad del municipio. Ya para enero de este año, tuvimos un par de reuniones en la alcaldía, con notables y amigos, un brain storming destinado a terminar de limpiar el terreno para arrancar con el proyecto…
Vino la toma del viejo mercado de Chacao, lo urgente desplazó a lo importante y aunque varias veces me tropecé con Emilio y nos prometimos reencontrarnos para proseguir con aquel sueño, no hubo manera. Le escribí a José Antonio diciéndole que ya que la alcaldía no terminaba de destinar recursos –y no mostraba voluntad política- para arrancar el proyecto, pues yo buscaría recursos y amigos para arrancar, y que luego proseguiríamos juntos. Supongo que no me creyeron, y no los culpo.
A principios de Agosto, el ILDIS aceptó apoyarnos en un programa de formación para la Juventud de PODEMOS y algunos integrantes de la Juventud por la Democracia Social, analizando la constitución delo 99 como modelo de país. Le volví a escribir a José Antonio, y le comenté el evento: iba a salir con el apelativo de Universidad de los Ciudadanos. Le dije que si el alcalde se animaba podíamos conversar para intentar por última vez arrancar el proyecto juntos. Supongo que tampoco me creyeron. Y no los culpo.
Pero si uno procrea un hijo, creo que está en el deber de cuidarlo, protegerlo, alimentarlo, velar porque esté sano y educarlo: y si el niño termina llamándote papá, quien lo abandonó no tiene derecho a protestar.
Así que el 26 de Agosto se realizó el evento inaugural de la UdeC desde un hotel de la ciudad, y logramos que se conectaran más de 800 computadoras al debate, lo cual fue un verdadero éxito para nosotros. Creamos un blog, seguimos haciendo pruebas, y abrimos la inscripción a los amigos y el público en general. Cuál no sería nuestra gratísima sorpresa cuando nuestro primer inscrito –desde Cataluña- fue el mismísimo Massimo Desiato, quien desde un principio abrió foros, debates, con contenidos excelentes, como cabe esperar de nuestro admirado tutor. Fue justicia poética, quid pro quo.
Bueno, la UdeC ha creado cierta expectativa, y desde ya podemos anunciar que el 8 de Octubre vamos a tener un cine foro abierto desde 4 universidades con la película “La Ola”, del director alemán Dennis Gansel, basada en un hecho real: el experimento –exitoso y macabro- de recrear en una clase un régimen totalitario.
Carlos Delgado Flores –uno de los fundadores de la UdeC- junto con el CNP, YPIS, Redes por la Paz y la Fundación Anna Frank, son los organizadores del evento, cuyos debates se moderarán desde la UCAB, la UCV, la Unimet y la Santa María: uno de 8 am a 10 am y otro de 5 a 7 pm.
En un par de semanas, comenzarán los cursos de formación en democracia: el ILDIS ha preparado un programa de 152 horas, que empleará la plataforma de la UdeC para llegar hasta el hogar de cada venezolano que quiera verlo aquí y en cualquier otro lugar del mundo.
Massimo Desiato ha aceptado iniciar un curso desde Barcelona, que debe arrancar en dos semanas, una vez que hayamos resuelto algunos problemas técnicos.
Le hemos pedido al profesor Rodolfo Rico senior que nos apoye con un programa de formación en el cual él –como experto que es- analice la nueva Ley Orgánica de Educación artículo por artículo, para ponderar lo bueno y lo malo que pueda contener este instrumento legal.
Yo mismo estoy preparando dos lecturas semanales: la primera sobre teoría democrática (¿Qué cosa es eso que llamamos “la democracia”?) y la segundo un estudio comparativo entre el llamado Socialismo del Siglo XXI y La Democracia Social.
Ustedes pueden participar, no sólo siguiendo los cursos, sino sugiriendo otros, organizando grupos de estudio e incluso ofreciendo programas para que sean difundidos mediante nuestra plataforma tecnológica y nuestras redes de apoyo. Era un sueño, pero ahora podemos decir con responsabilidad: Claro que se puede.

III.- El concepto
La Universidad de los Ciudadanos (UdeC) ha sido creado por un deseo encarnado en un grupo de profesores, alumnos, comunicadores, pensadores, ciudadanos de a pie, ONG’s, partidos, movimientos, que se han alineado en un objetivo muy sencillo: educar para la democracia. ¿Se puede hacer algo así? John Dewey pensaba que sí, e hizo grandes esfuerzos para que en los programas de la educación básica norteamericana desde principios del siglo XX se introdujera la educación para la democracia. El maestro Prieto recogió esa idea y la trajo a Venezuela, para implementarla bajo el nombre de La Nueva Escuela. Fueron esos tiempos en que estudiábamos Formación Social Moral y Cívica a lo largo de la primaria y la secundaria.
Desechamos la Nueva Escuela y la educación para la democracia, los partidos ya no hicieron trabajo ideológico ni de formación política: le dejamos ese trabajo a los medios de comunicación y a los antipolíticos y ya vemos el resultado.
Pero este campus no es para llorar, no se puede recoger la leche derramada. En tu casa, en tu escuela, en tu grupo, en cualquier lugar del país o del mundo, siempre hay un espacio para educar para la democracia.
Puedes inscribirte en la UdeC en la siguiente dirección: http://universidadelosciudadanos.ning.com/
Allí hay ya algunos foros de discusión abiertos, y están colgadas las conferencias del evento del 26 de Agosto. Allí van a estar colgadas en un futuro todas las clases que se dicten en los programas de la UdeC. Podrás bajarlas, verlas, oírlas, pasárselas a tus amigos, usarlas para tus propios programas de formación en tu asociación de vecinos, consejo comunal, tu ONG, en tu edificio, con tu familia, en tu partido: el concepto que subyace es el de un movimiento de movimientos.
La UdeC va a transmitir en vivo sus programas de formación a través de su canal de televisión: puedes ir a la dirección antes mencionada y hacer click arriba, donde dice UdeCtv, y ver las clases cuando se transmitan. O puedes ir al link:
http://www.ustream.tv/channel/universidad-de-los-ciudadanos
Hasta aquí hemos contado una biografía en curso, e invitado a una serie de eventos que tienen que ver con la UdeC. Los conceptos están en desarrollo, entre otras razones porque el proyecto es demasiado joven y requiere cierto tiempo de praxis y teoría a la vez. Adicionalmente, porque el concepto de la democracia deliberativa requiere que una serie de ciudadanos –la mayor cantidad posible- delibere sobre determinado tema para ir conformándolo, contorneándolo: sin la participación de ustedes no podremos hacerlo.
Mucha gente está preocupada porque piensa que habrá patrullas dentro de las escuelas y los hogares para imponer un tipo de pensamiento con el que ellos no están de acuerdo y que no quieren para sus hijos. Nosotros les recordamos el llamado de Kennedy a su pueblo: ¿qué puedes hacer tú para ayudar a preservar la democracia venezolana? Nosotros hemos inventado este espacio para la educación democrática: ¿tú que estás haciendo?
Puedes invitarnos a entrar en tu computadora, en tu casa, en tu hogar, para contribuir a educar a tus hijos en, por y para la democracia.
Un par de citas nos pueden ayudar a ilustrar el ideario que –por ahora- se va configurando en la UdeC. Una proviene de la observación del movimiento estudiantil venezolano del año 2007:
“Hay un importante efecto político que aparece siempre –y esto es algo probable a largo plazo aunque menos duradero que todo lo demás- y se trata de un rasgo que todos los movimientos estudiantiles tienen en común: el descubrimiento del poder por parte de una nueva generación política…
De las muchas aclaraciones conceptuales ofrecidas por el trabajo de Hannah Arendt, de las cuales hablé en varios contextos el pasado Junio en Caracas, la que ella hizo entre poder y violencia es central en un momento revolucionario. Ella, a diferencia de la mayoría de los teóricos políticos, no veía la violencia como expresión del poder: el poderoso que impone su voluntad con violencia. Ella veía la violencia como aquello en lo que un régimen se convierte o a lo que recurre cuando está perdiendo poder o ha perdido el poder. Poder, sostenía ella, es lo que la gente gana cuando actúan juntos, cuando forman alianzas, cuando participan, cuando hablan juntos, discuten, debaten, votan, determinan lo que se debe hacer.
Los gobiernos republicanos o demócratas son electos por personas que han ganado poder y desean darle la confianza a un gobierno para continuar expresando sus voluntades compartidas.
Hannah Arendt no pensaba en la política como lo que es llevado a cabo por los gobiernos, como conducción, como soberanía: como el gobierno dirigiendo. La esencia de la política es la gente juntándose (como en este campus virtual, ego dixit) deliberando, actuando juntos, ganando poder. Vuestros estudiantes aprendieron esa lección: ellos tenían poder.”(1)
La otra proviene de Barack Obama:
“La unidad es la gran necesidad del momento, la gran necesidad del momento. No porque suene agradable o porque nos haga sentir bien, sino porque es la única manera de superar la carencia esencial que existe en este país. No estoy hablando de un déficit presupuestario. No estoy hablando de un déficit comercial. No estoy hablando de un déficit de ideas o de nuevos planes. Estoy hablando de un déficit moral. Estoy hablando sobre un déficit de empatía. Estoy hablando sobre una incapacidad de reconocernos los unos en los otros, de comprender que somos guardianes de nuestro hermano; somos el guardián de nuestra hermana, que … estamos todos atados juntos en una sola prenda del destino.” (2)
Con esto es suficiente. Por ahora. Vendrán luego ustedes. Vengan…

(1) Elisabeth Young-Bruehl, biógrafa y alumna de Hannah Arendt, en “El sentido de la política es la libertad”, texto ofrecido para el catálogo de la exposición sobre el movimiento estudiantil venezolano de Mayo de 2007 titulada: “Desde otro lugar: miradas al movimiento estudiantil CCS-2007”. Curadora: Carmen Alicia Di Pasquale, Centro Cultural Trasnocho, 21-10-08.

(2) Barack Obama, Iglesia Bautista Ebenezer en Atlanta, Georgia, 20 de Enero de 2008.

martes, 18 de agosto de 2009

Auto-trapo-rojo




Oscar Reyes

Lograr movilizar a una sociedad que estaba deprimida luego de la derrota en el referéndum de febrero pasado no es poca cosa. Cada vez que tocan el tema de la educación de nuestros niños sucede, llámese decreto 1011 o nueva ley de educación. Aquella vez, la movilización contra ese decreto inició una escalada que culminó el 11 de Abril. Pero soñar que eso va a ocurrir de nuevo, es una estupidez.
Hegel decía que la historia y sus personajes suelen repetirse: la primera versión puede ser trágica, la segunda vez usualmente se trata de una parodia, de una comiquita. Es obvio que hay gente conspirando para eludir el camino electoral y montarse en el poder sin trabajar mucho, tipo Carmona Estanga: les importa un bledo el hecho de que si son derrotados por el Presidente, contribuirán a atornillarlo de por vida, y esta vez sí habrá que inflar la balsa y cruzar a nado el estrecho de la Florida. Les importa un bledo el hecho de que el Presidente los está cazando, azuzando, y que está rogando a Dios –ahora que va palo abajo en las encuestas- que este tipo de ilusos irredentos logren copar las instancias de decisión de la oposición y que a partir de las muy justas y valientes movilizaciones de los gremios educativos, enloquezcan por la ambición y consigan crear un alboroto sin control –que no es lo mismo que una resistencia organizada, orgánica- que justifique un reacciones pendulares, como un estado de excepción permanente o algo peor. Ese expediente ha sido usado por las dictaduras de derecha en América Latina, mediante la excusa de que se trata de la seguridad de la nación contra enemigos comunistas internos o externos. Que se use desde el campo de la izquierda no tendría nada de raro, porque al fin y al cabo, en el eje ideológico izquierda-derecha los extremos comparten muchos rasgos comunes, como bien supo Hannah Arendt en Los Orígenes del Totalitarismo.
Vamos a las leyes. Le dije a una señora que estábamos trabajando en un proyecto que llamamos La Universidad de los Ciudadanos, a través de la cual aspiramos adelantar un programa intenso de formación en valores de la democracia, en oratoria, dicción, técnicas de debate, resolución de conflictos, manejo de asambleas, para los chamos, para las redes, los grupos de base, para quien quiera, y me dijo lo que toda señora clase media suele decir: “¡Ay! ¿Y tú vas a dejar que aprueben la nueva ley de educación, es que ya te rendiste? Es que tú eres chavista, en el fondo lo eres.” He prometido que no voy a hacer más boutades, así que repetiré ante el teclado el profundo respiro costo-bajo-diafragmático que ejecuté ante la honorable dama para no responder como suelo hacerlo. (¡¡¡Fiuuuu!!!). Bueno, que aprueben o no la ley no dependía de nosotros la oposición: la aprobaron entre otras razones porque se abandonó la Asamblea Nacional en uno de los actos de imbecilismo político más patéticos que recuerdo, incluso de entre los que sólo haya leído. Recuerdo clarito la cara de Cabeza de Motor, de Ledezma, de Ramos Allup en la tele defendiendo la abstención, los artículos de Milagros Socorro, en los cuales se hacía una profunda meditación cartesiana para justificar el no ir a votar y se incitaba al pueblo a seguir se noble ejemplo. Yo le decía a señoras similares que la abstención era un suicidio y ellas –creo que son clones que me persiguen- me decían: “Ya me di cuenta, tú quieres contribuir a legitimar al tirano. ¿Cuánto te está pagando?” Este tipo de obcecación es la que temo al decir que uno debe tener mucho cuidado al convocar las fuerzas de la sociedad para marchas, escaladas políticas, referendos y demás: a todo el que diga que es un riesgo ir a un referéndum le van a mentar la madre, y luego nadie va a querer pagar los platos rotos.
Por eso hay que tener mucho cuidado con los habladores de bolsería que tienen diez años equivocándose y ensayando sus estupideces en carne ajena. Carajo, todos nos equivocamos porque somos humanos: pero al menos uno puede pedir disculpas y tratar de rectificar. Rectificar significa no ponernos nosotros mismos un trapo rojo delante de los ojos para andar dando bandazos mientras nos clavan las banderillas, de manera que el Presidente ni siquiera tenga que manejar el capote y la muleta para gritar ¡Olé! Nosotros mismos nos damos cabezazos contra el burladero, y le ofrecemos el lomo a los picadores para que se diviertan con la lanza.
Se ha propuesto salir a la calle en busca de firmas para un referéndum abrogatorio del paquete de leyes. Eso puede ser bueno si no se le vende a la sufrida gente de la oposición la desquiciada idea de que vamos nuevamente hacia la madre de todas las batallas, y que si la ganamos, se cae el régimen. Suponga usted que ganamos… ¿Y? ¿No ganamos el referéndum del 2007? ¿Y qué ocurrió? Pues que se desconoció el mandato de ese referéndum y se organizó una nueva elección, por inconstitucional que fuera. Exactamente igual va a ocurrir: si ganamos un abrogatorio, pues el Presidente le encarga un clon de todas las leyes abrogadas a la AN, y se vuelve a repetir la historia pero como parodia. Y vamos a estar deprimidos, reventados por el esfuerzo, y nos van a crucificar en las elecciones vitales, las que hay que ganar porque sí: las de los diputados a la Asamblea Nacional. Esa es la gran final por ahora, la madre de todas las batallas: ganar la maquinita de hacer leyes, de nombrar contralores, fiscales, defensores del pueblo, y un largo etcétera. Siempre que el referéndum abrogatorio sea como un partido de clasificación para el mundial de fútbol, en busca de la primera gran final en la AN, pues venga, sí va, como dicen los chamos. Pero no nos ilusionemos demasiado con estos abrogatorios, dejemos de pensar como leguleyos y despertemos a la política.
No es desquiciado ganar la asamblea y dejar al gobierno en una minoría abrumadora: la nueva ley lo permite. No estoy diciendo que sea justa, pero nos da esa posibilidad. Acuérdense que con un sistema parecido Aristóbulo y la Causa R lograron los 11 concejales para su gestión como alcalde de Caracas. En la elección siguiente los borraron del mapa. Ese tipo de leyes están mal pensadas, porque son concebidas para cuando uno es mayoría, imaginando que uno va a durar en el poder para siempre: ¿pero y si uno se convierte en minoría, si uno tiene que pasar a la oposición? Por eso algunos diputados del oficialismo estaban remolones en la AN con respecto a la nueva ley electoral: sacaron cuentas.
Vamos por partes, dijo Jack El Destripador. Movilicémonos, organicémonos, si se decide ir a buscar firmas para un abrogatorio busquémoslas (ya debo estar estoy sonando igual que los colombianitos de Radio Rochela) pero no pensemos que por la vía legal se va a lograr mucho; el logro tiene que ser por la vía política, recuperando las instituciones entregadas: concejalías, diputaciones, AN, AN, AN y más AN.
Lo más importante es ponerle un mecanismo de check and balances a este desmadre que vivimos en Venezuela, con una Asamblea Nacional que refrene los impulsos devoradores del ejecutivo. A partir de allí, se podría pensar en remendar el barco en alta mar, como decía Konrad Lorentzen; revertir la nueva geometría del poder impuesta de facto, cambiar el TSJ (¿te imaginas?) tener un fiscal imparcial (siempre habría que negociar con el chavismo y ellos tendrían que aceptar negociar con la oposición) que respete los derechos de ambos bandos y los de cualquier otro. Y bueno, partido tras partido, ir llegando a las presidenciales: con esa fuerza acumulada se puede ganar, desinflar el zeppelín del proceso y un largo etcétera.
Todo esto se resume en una frase muy simple: el presidente debe ser derrotado (con “T”) y no derrocado (con “C”).
Yo por si los Cññññ su mmmmm del “C” logran nuevamente empujar el país al precipicio, me dejé de vainas y ya saqué el pasaporte. La tolerancia a la estupidez, como todo en la vida, tiene un límite.

martes, 7 de julio de 2009

No te metas en Honduras

Oscar Reyes Matute


He leído dos interesantes artículo de Fernando Mires sobre el caso Honduras que me han motivado a escribir este breve comentario. Concuerdo con el apreciado filósofo de Oldenburg en que lo ocurrido en Honduras es algo que la comunidad internacional aún no ha podido digerir –Obama incluído- y mucho menos los organismos regionales como la OEA. Para complicar el asunto, la opinión está dividida, de manera que cualquier luz sobre este caso estoy seguro que será bienvenida. Quisiera hacer un aporte colateral desde el punto de vista académico para contribuir al debate del tema, que es sobremanera apasionante.



1.- El nombre que Fernando le otorga a este extraño y novedoso modelo de salida de un Presidente es “golpe post-moderno.” Es una nomenclatura que transmite bastante bien la perplejidad que genera lo ocurrido hace dos domingos en Tegucigalpa. Como hijo del pragmatismo que soy, quisiera pedirle permiso al lector y a Fernando para redescribir su ágil término y ponerlo en otras palabras que –espero- significan lo mismo: golpe post-moderno = cómo salir de un mal Presidente (cómo salir de una crisis) de manera no sangrienta cuando no existe la previsión constitucional del impeachment.

Sobre este enfoque versa lo que sigue.



2.- Si el lector admite nuestra redescripción, nuestra paráfrasis, entonces creo que sí hay precedentes recientes en América Latina de estos “golpes desde el Estado” o golpes post-modernos como los llama Mires. Piensen en Collor de Mehlo, en Carlos Andrés Pérez, en Bucaram, piensen en la crisis presidencial en Argentina con De La Rúa, en los tres presidentes que rápidamente salieron del poder en Bolivia. Durante diez años consecutivos, hubo al menos una salida presidencial de este tipo en América Latina. A veces, sólo las instituciones civiles aparecían como las responsables del impeachment, otras veces, los militares aparecían junto con las demás instituciones que decían; “Señor Presidente, en nombre de la Constitución, de las instituciones democráticas y por amor a la paz, haga sus maletas y váyase.” Sólo que no todos los presidentes son demócratas de convicción profunda como Pérez, quien de ninguna manera puso en riesgo la paz del país, quien no tenía vocación de ensangrentar las calles de Caracas para mantenerse en el poder, pues ya bastante sangre había visto en los dos golpes de Estado que tuvo que sofocar en ese su segundo gobierno, de parte de quien hoy quiere invadir Honduras para remediar aquel “golpe de Estado.”



3.- Subyace aquí un tema clásico del estudio de las democracias en América Latina: el problema del sistema presidencialista que copiamos de USA durante el nacimiento de nuestras naciones, pero que nunca ha funcionado entre nosotros, porque el ejecutivo siempre se ha hecho demasiado fuerte, ha apabullado a los otros poderes, y no hemos podido edificar los mecanismos de check and balances que sí previó el constituyente norteamericano y que sí funcionan en USA.

Algunos sugieren que si tuviéramos un sistema parlamentario, cada vez que haya una crisis pues sale el jefe de gobierno, se convoca a elecciones y se forma un nuevo gobierno, como se hace en Italia, Israel o Inglaterra. Pero esa es materia de discusión para las futuras estructuras constitucionales de nuestras fallidas instituciones políticas. Juan Linz es uno de los autores que mejor ha estudiado este problema.



4.- Volvamos al tema: el golpe seco, no sangriento, el golpe post-moderno, desde las instituciones, no es otra cosa que una prótesis política allí donde no existen mecanismos claros de impeachment, es decir, donde no hay previsiones constitucionales para salir de un mal Presidente en caso de grave crisis nacional. Entiendo que la constitución de Honduras es bastante conservadora, y que tal mecanismo no está previsto en aras de “la estabilidad”, pero, paradójicamente, la búsqueda de la estabilidad hace los lapsos presidenciales demasiado rígidos, de hierro, y en caso de crisis habría que esperar hasta que termine el mandato, y ello puede ser muy peligroso si el Presidente tiene todo un plan montado para perpetuarse en el poder. Las instituciones lo advierten y reacciones, con mecanismos que no estaban previstos en la Constitución, militares de por medio, y ocurre lo que vimos en Honduras.

La cultura democrática hondureña es corta y endeble, y la oposición a Zelaya reaccionó por instinto, creando de facto desde las instituciones un mecanismo que no existe en su constitución, ni en muchas otras de América Latina. Ha funcionado pacíficamente en Bolivia, Argentina, Ecuador, Brasil, Venezuela, pero debido a que los presidentes sacados no tenían la voluntad de bañar de sangre sus países para aferrarse al poder, cosa que ahora sí se ha puesto de moda empleando para ello la excusa marxista de “la revolución” y en nombre de “el pueblo.”



5.- Por último, algunas referencias para los amigos lectores. Recuerdo que durante la desquiciada “huelga” petrolera venezolana, encerrado como estaba en mi casa y mi urbanización, repasé a Linz (El quiebre de las Democracias) y los cuatro volúmenes de O’Donnell, Schmitter y Whitehead “Transiciones desde un gobierno autoritario”. Yo diría que allí hay todo un marco teórico sobre el problema de las transiciones desde regímenes no democráticos: en el caso de Honduras, se trata de una transición desde un régimen con voluntad de volverse autoritario siguiendo el truquito aplicado en Venezuela, Ecuador y Bolivia. Fue una transición “vacuna” contra el sarampión izquierdista-guerrillero redivivo en nuestro continente.

Ángel Álvarez –del Instituto de Estudios Políticos de la UCV- me recordó que Aníbal Pérez-Liñán, egresado del Instituto Kellog de Notre-Dame, alumno de Guillermo O’Donnerll y Scott Mainwaring, ha estudiado diversos casos de impeachment en América Latina. Ángel señala que Pérez-Liñán nos puede ilustrar sobre este tema. Su tesis doctoral, convertida en libro, está editada en inglés: Aníbal Pérez-Liñán: Presidential Impeachment and the New Political Instability in Latin America, Cambridge University Press, Cambridge, New York, 264 páginas.

Una recensión minima y útil de Santiago López Cariboni se encuentra en:

http://www.fcs.edu.uy/icp/downloads/revista/RUCP16/RevistaICP16-12.pdf





6.- Umberto Eco (Cinco Escritos Morales) escribió que los jueces de Nuremberg no tenían precedentes, jurisprudencia, para juzagar a los nazis por los delitos que hoy se conocen como de lesa humanidad, pero que debido a lo monstruoso de la aniquilación industrial de seres humanos que, burocráticamente, fríamente, ejecutó el nazismo, pues había que sentar un precedente, porque la Humanidad no podía pasar aquello por alto. Hoy en dia contamos con tribunales internacionales, con leyes contra el genocidio, todo un corpus que permite que asesinos como Milosevic sean juzgados en vida.

Con todas las diferencias proporcionales del caso, Honduras ha tenido que inventar algo que no existía en su constitución, y era previsible que le saliera mal: era previsible que la aislaran, que los taimados políticos del eje “revolucionario” latinoamericano se frotaran las manos, pues les dieron una oportunidad de oro para contratacar a la oposición de Honduras, para acusar a Obama de ser el responsable final por ser el jefe del imperio, para revivir al títere muerto de Insulza, y para darle más posibilidades a Zelaya, si finalmente retorna a Tegucigalpa, de perpetuarse en el poder. Creo que a nadie le molesta en el fondo la idea de que Zelaya regrese a Honduras y termine su mandato: lo que preocupa es que su irresponsabilidad y su ansia de poder pueden arrastrar a ese pequeño país hacia una guerra civil, sólo para que el señor se mantenga unos años más en la casa presidencial. Dada la ambición desmedida y la irresponsabilidad demostrada: ¿quién garantiza que no se va a montar en su regreso para armar un nuevo satélite de Caracas? Suponiendo que hubiera una negociación, ésta podría ser: “Bien, señor Zelaya, usted puede terminar su mandato, pero olvídese de andar convocando referendos no previstos en la Constitución. En Hondras, de acuerdo a la Constitución, los Presidente tienen un solo período, y luego se van” Y Zelaya puede decir: “Sí, me comprometo.” Pero si no le ha importando que maten a los jóvenes que valientemente lo defienden manifestando en su país, sólo para permanecer unos pocos meses más en el poder (caso benigno) o para montar el tingaldo de otra neodictadura de izquierda en América Latina (caso maligno): ¿Qué garnatías hay de que una vez retornado al poder no va a emprender aun con más ímpetu, relegitimado por su regreso triunfal, una aplanadora para liquidar las instituciones y erigirse como un autócrata?

Los demócratas responden como el Capitán General Don Vicente Emparan el 19 de Abril de 1810 en Caracas: “Si ustedes no quieren que yo los gobierne, pues yo tampoco quiero el mando.” Los demócratas hacen como Pérez: le faltaban pocos meses para concluir su mandato, per prefirió irse antes que detonar una matanza.

Las constituciones no deben hacerse pensando que todos los presidentes van a resultar demócratas como Emparan o Carlos Andrés Pérez. Las constituciones no deberían confeccionarse en base a la bondad humana, a una antropología optimista de tipo roussoniana, sino al revés, como recomienda Madison en el paper 10 de El Federalista; si fuéramos ángeles no necesitaríamos gobiernos, así que debemos proveernos de instituciones que prevengan la humana tentación de acumular poder y perpetuarse en él. El impeachment o sanción al Presidente que implica su destitución es uno de esos mecanismos: existe en USA, fue empleado contra Nixon por espiar al partido de la oposición y casi se lo aplican a Clinton… tan sólo por mentirle al pueblo. Entre nosotros no existe claramente porque los Presidentes siempre han tenido mucha influencia en la redacción de nuestras constituciones (y los constituyentes siempre han tenido vocación de futuros presidentes) y ni bobos que fueran para prever un mecanismo distinto al electoral que ponga en manos de los otros poderes sus posibles salidas. A lo más que llegan es a los referendos revocatorios, a que el puenlo en elecciones los saque: y las barreras para implementar ese mecanismo son enormes, y las trampas posibles para birlar un resultado adverso pueden ser infinitas.



7.- Los argumentos éticos y políticos sobre la bondad o maldad de los goles han sido muy bien expuestos por Mires en sus dos artículos. Yo finalizo este diciendo que tenemos aquí un dilema entre la legalidad –el golpe es ilegal- y el imperativo político de salvaguardar nuestras endebles democracias (la preocupación de las instituciones hondureñas es correcta y legítima.)

En consecuencia, luego que este affaire se enfríe (si es que se enfría), supongo que los hondureños van a tener que discutir cómo establecer mecanismos para salir de cualquier mal presidente que amenace seriamente la democracia y la paz de la nación. Es una búsqueda en la que andan muchos países de América Latina, una constante reingeniería de la democracia en un mundo cambiante, en zozobra, que no responde ya a los viejos paradigmas de la política.

martes, 9 de junio de 2009

Dos conceptos de federalismo




Oscar Reyes Matute


I.- Democracias

La democracia, cono todo concepto con larga trayectoria histórica, tiende a cambiar sus significados y la manera en que la percibimos dependiendo del lugar, la época y el entorno. Por tal razón usualmente preferimos hablar de democracias en plural –siguiendo a David Held- en vez de proponer que exista una sola democracia esencial y modélica, transhistórica. El sistema ateniense que acuñó el término significaba literalmente “gobierno del pueblo”. Pero pueblo significaba varones adultos, atenienses por los cuatro costados, y preferiblemente ajenos a cualquier trabajo manual. Era una oligarquía amplia, que excluía a las mujeres, los extranjeros, los artesanos y pescadores, los hijos de atenienses con extranjero, por lo que “el pueblo” estaba constituido por unos 20.000 ciudadanos –de una población que pudo haber sido de 60.000 habitantes- de los cuales usualmente participaban en la asamblea unos 4.000.
La “democracia” ateniense fue un caso minoritario, excepcional en la historia antigua y, luego de desaparecer, los otros sistemas que coexistieron con ella se impusieron de tal forma que se pensó que aquélla había sido una especie de accidente irrepetible, y que las formas “naturales” de la organización política humana tendían a ser más bien autoritarias como el imperio bien ordenado, el sultanato o las monarquías absolutas siempre que controlaran el caos, el desorden público y la corrupción de las instituciones. Sin embargo, el mito y el recuerdo –tergiversado la más de las veces- de la democracia que alguna vez imperó en Atenas, permaneció en letargo y se transmitió a través de los pensadores políticos de los siglos posteriores. La democracia era un bello sueño, pero los filósofos políticos realistas pensaban que había sido posible sólo debido a las dimensiones de Atenas y a su peculiar cultura racionalista: a nadie con dos dedos de frente le parecía posible que la democracia ateniense pudiera revivirse en países como Francia, España o Inglaterra en los inicios de la Modernidad. Las asambleas atenienses donde todo lo público era decidido por votación, aclamación o sorteo, no eran viables en Estados nacionales con dimensiones gigantescas –comparados con Ática- y con millones de habitantes que además pasaban agotadoras jornadas diarias en el campo o el taller artesanal y que por ende no eran caballeros libres, aristói, como los que integraban el démos en Atenas, quienes tenían mano de obra esclava y podían dedicarse a la política sin trabajar. Una solución fue el sistema representativo inglés, en que los ciudadanos con derechos políticos –que tampoco eran todo el mundo sino una parte de la sociedad, varones, con cualidades como pagar impuestos- elegían representantes a la cámara baja, de los comunes, que en teoría defendía sus intereses y los del colectivo de la nación. Ese sistema, evolucionado e hibridado, es el que en la actualidad campea en la mayoría de las democracias del mundo, porque es bastante sensato: la participación directa, diaria y continua de los ciudadanos ejerciendo labores de gobierno puede aún ser un bello ensueño, pero pareciera que hasta ahora la experiencia sigue mostrando que eso no es posible porque los ciudadanos tienen que trabajar muchas horas al día para alcanzar el mínimo de sus requerimientos materiales, individuales, familiares y sociales, razón por la cual la política aún conserva mucho de su carácter moderno de “trabajo especializado” como lo describiría Max Weber en El Científico y el Político. Ello no quiere decir que la democracia representativa misma no haya evolucionado, que no haya incorporado instituciones de la democracia directa de los antiguos o aportes más recientes: los referendos, el trabajo de los testigos de mesa, los jurados, las instancias de consulta y control ciudadano son ejemplos de ello. De manera que quienes aún plantean una supuesta dicotomía irresoluble entre la democracia de los antiguos y la de los modernos, entre la directa y la representativa huelen a jacobinos, es decir, son enemigos de la democracia en nombre de una supuesta democracia más vinculada con el pueblo y con la cuestión social. Es algo similar al capitalismo: el capitalismo que vio Marx en el siglo XIX no se reconocería en las instituciones económicas o de control estatal y multilateral en que hoy se desenvuelven una producción, un comercio y unas finanzas tan altamente tecnificadas y digitalizadas. Igualmente, las democracias actuales son híbridos muy complejos, en constante evolución, que no responden a mapas fijos, a cartillas dogmáticas ni a predicciones astrológico-revolucionarias porque el cambio en las sociedades es algo imposible de predecir.
Un problema adicional que vivieron los constructores de las democracias modernas fue: ¿cómo sostener una democracia allí donde hay no sólo una nación sino varias, distintos pueblos que se mantienen unidos por ciertos lazos de interés comunes? ¿Qué sistema se puede edificar en el cual los estados fundantes sientan que mantienen sus prerrogativas individuales y ganan en fuerza de defensa, bienestar y cohesión interna a partir de formar parte de un colectivo mayor, más fuerte, que no es simplemente una sumatoria de las partes? La respuesta fue: Federalismo.

II.- Federalismo de USA

Aunque algunos politólogos eurocentristas se niegan aceptar que haya algo digno de ver en el sistema norteamericano –probablemente porque se tiende a rechazar lo que no se entiende- y siguen enseñando la idea de que el federalismo se encarna en los lander alemanes o en las regiones de la confederación helvética, con un fracaso estruendoso en la ex–Yugoslavia, lo cierto es que el proyecto federal más exitoso que conocemos hasta ahora es el norteamericano. Al nacer la Unión, se juntaron 13 naciones ya consolidadas con el fin de resguardar su seguridad y para garantizarse ellos y sus descendientes las libertades políticas necesarias para la búsqueda de la felicidad. En este caso, los estados se unen paritariamente, 1 a 1, y esta representación federal se ejerce en la cámara del senado, donde son electos dos senadores por estado, independientemente de su población, sea éste minúsculo como Rhode Island o populoso como California: imagine el lector la diferencia poblacional entre Delta Amacuro y Miranda. En la cámara baja (diputados o representantes) se representan los circuitos electorales, constituidos por circunscripciones que tengan determinado número de habitantes. Como en la cámara baja los estados superpoblados tienen ventaja en cuanto al número de diputados, esto puede traer injustas consecuencias, como presupuestos no equitativos o decisiones que benefician a los grandes pero perjudican a los pequeños. Justamente, corregir estos desbalances es una de las labores fundamentales de la cámara federal, del senado.
En el caso de USA casi toda la legislación es residual, es decir, la Constitución de 7 artículos, una Bill of Right de 10 artículos, y 27 enmiendas a lo largo de 200 años, provee un marco general sólido para el sistema político y sugiere qué instancias deben actuar en caso de desequilibrio, sin prescribir recetas de qué debería hacerse, porque eso corresponde a los políticos en cada caso y en cada época. Lo que no está escrito en la constitución queda en manos de los estados (residual) que tienen constituciones estadales, impuestos, leyes y sistemas que varían a veces notablemente de una región a otra; por ejemplo, en Texas existe la pena de muerte, no así en Nueva York, y sólo las dos cámaras estadales (senado y representantes de NY o Texas) puede modificar tales leyes, que también pueden ser impulsadas mediante referéndum popular. En cada elección de gobernadores, alcaldes o lo que sea, usualmente se cuelan como colaterales referendos en los que se pregunta a los ciudadanos sobre cualquier cosa, desde el matrimonio gay hasta la manipulación del genoma humano. Este sistema quiere lograr un equilibrio entre la seguridad y la libertad, entre la fortaleza defensiva y la independencia: un equilibrio entre el centro y las regiones. Es un sistema que desde su partida de nacimiento –la Constitución de 1789- nació descentralizado.
Este es un federalismo pues, destinado a logra un sistema político de equilibrio, de check and balances, nunca fue concebido para acabar con el hambre o la desigualdad social, simplemente porque en USA nunca existió la miseria extrema que sí conocieron los franceses, los jacobinos, los miserables que en algún momento retrató Víctor Hugo y que al apoderarse de su revolución decidieron que la mejor manera de equilibrar la sociedad era cortándole la cabeza a la nobleza y a los contrarrevolucionarios con el invento del señor Guillotine. No es que no hubiera blancos pobres y negros esclavos: pero aun éstos podían comer y sobrevivir sin tener que recorrer las ciudades en jaurías famélicas como las que pululaban en París o Londres. El Federalismo de USA fue un inspirado modelo que los framers de la Constitución construyeron (mucho antes de la Revolución Francesa) para instituir la libertad (institutio libertatis): el hambre se derrotaba no con la guillotina, el campo de concentración o la persecución ideológica sino con granjas productivas, talleres industriosos, tecnología, educación a todos los niveles, ferrocarriles, electricidad, todo esto asequible a las grandes mayorías y no simplemente en manos de una minoría que se autonombrara “clase superior”.

III.- Los dos federalismos venezolanos

El primer federalismo venezolano fue de inspiración norteamericana. Nuestra Constitución de 1811 es idéntica en su preámbulo a la de Philadelphia. Se buscaba instituir la libertad para “nos el pueblo de los estados de Venezuela” (= we the people of the United States) y para nuestros descendientes. Nuestros jóvenes próceres se inspiraron leyendo (mal por cierto) a Montesquieu, a Jefferson y Madison, y pensaron que copiar una buena institución automáticamente haría funcionar de manera ordenada una sociedad (seguimos repitiendo ese error voluntarista pero de manera más grave, copiando instituciones fracasadas en el siglo XX) porque los hombres son “buenos” y con buenas instituciones pueden desplegar tal bondad. Fu un craso error asumir el modelo norteamericano pero con una antropología optimista (el hombre es un ser bueno por naturaleza) del tipo Rousseau, a quien con justicia Isaiah Berlin clasifica entre los filósofos traidores a la libertad. Es un error reflexivo típico; “yo soy bueno, excelente, estoy haciendo esta revolución que es buena y excelente, para todo un pueblo que es bueno y excelente pero que aún no ha desarrollado plenamente tal potencialidad por los abusos de los españoles. Quien no nos siga no es bueno ni excelente…” etc. Cuando se dieron cuenta de que no éramos todos buenos y excelentes, que la mayoría aún se sentía vinculada con las instituciones de España y con sus caudillos populares como Morillo o Boves, nuestros próceres recurrieron a la limpieza étnica: el decreto de guerra a muerte.
Los señoritos criollos no leyeron claramente el paper # 10 de El Federalista donde Madison advierte: “Si fuéramos ángeles no necesitaríamos gobiernos…” es decir, los norteamericanos estaban conscientes de que ninguno de ellos estaba libre de la tentación del abuso del poder, y por ello se propusieron establecer un régimen que estuviera preparado para controlar esas tendencias egoístas tan usuales en el ser humano: o sea, en vez de Rousseau, Odiseo.
Era difícil que la gran mayoría venezolana se sintiera atraída por los jóvenes patriotas: muchos de estos criollos eran altaneros, soberbios, egoístas miopes, y sus familias habían maltratado durante años tanto a los mestizos (las coincidencias con cierta clase media actual es simple genética social) así como a los españoles recién llegados, como bien lo padeció en carne propia el panadero canario padre de Francisco de Miranda, y como relata muy bien cualquier libro de Herrera Luque o de Laureano Vallenilla Lanz.
Por ello no pudieron cooptar para la independencia grandes contingentes, como sí lo lograron Morillo, Boves, Piar y posteriormente Páez, amados por la peonada, por los hombres de la planicie, como los describe con agudeza Sarmiento en Facundo.
La peonada no entendía de instituciones ni de democracia, quería igualdad, quería tierras, y por ello nuestra Independencia rápidamente se transformó en una guerra civil, de pardos contra blancos criollos, de pobres contra ricos. Nuestra Independencia se transformó en una revolución centrada en lo social, a pesar de las proclamas republicanas y los discursos de los generales vencedores. Tanto es así que al sentir que no se cumplían los pactos de reparto de tierras luego de la guerra de Independencia, la violencia quedó latente y estalló en la guerra federal, que tampoco fue una guerra de la provincia contra el centro, sino la pospuesta revancha jacobina de los pobres contra los ricos, encarnada en consignas del tipo “muerte a todo el que sepa leer y escribir.”
Lo curioso es que siendo los pobres mayoría, había pobres en ambos bandos, como ocurrió también durante la independencia, o como ocurre actualmente, cuando la condición popular no puede ser reivindicada como exclusiva por ninguno de los dos grandes sectores en pugna. Pobres contra ricos significaba pobres en plan de tomar el poder contra pobres en plan de defender el viejo statu quo –una falsa conciencia de clase, diría Marx- liderados todos por gente que no era pobre, pues ni los dirigentes monárquicos ni los independentistas, ni los centralistas ni los federalistas eran precisamente pobres e iletrados; hasta el mismo Zamora fue pulpero en Villa de Cura y poseía esclavos, para liberar a los cuales exigía una jugosa indemnización al gobierno. Esta última acepción del federalismo es la que domina en el pensamiento político vulgarizado desde los foros del gobierno actualmente. En realidad, habría que decir que toda su política se ha reducido a esta visión: la presupuesta eterna guerra venezolana de pobres contra ricos, a la cuestión social. Cuando pensamos en la federación pensamos en las tropas de Zamora el toque del clarín derrotando a las brigadas del godo malandrín y en oligarcas temblad, ¡Viva la libertad! Pero el federalismo nació como un sistema político para organizar a un grupo de estados que se unen por intereses e identidad común, es decir, el primer federalismo es político y el segundo quiere ser social.
Nada explica mejor esta antinomia que los argumentos de una constituyente en el año 99 para eliminar el senado, que según ella se trataba de un antro de corrupción que le iba a costar al país muchos recursos. Los expertos constitucionalistas le explicaron que en el prólogo de la Constitución se declaraba a Venezuela como un estado federal descentralizado, y que el senado era la cámara donde debatían los estados en paridad 1 a 1. La diputada no entendía de política: para ella –que estudió por cierto en una universidad católica para gente adinerada en los Andes- lo que contaba era lo social, que no le robaran el dinero al pueblo.
Cuando una revolución se justifica en lo social y triunfa, una clase social es sustituida por otra, que se convierte en una nueva oligarquía casi siempre con tendencias tiránicas: esta es la lección del jacobinismo según Hannah Arendt en On Revolution. En las revoluciones políticas, una generación política puede suceder a otra sin necesidad de exterminarla con decretos de guerra a muerte como el de Bolívar: y sus próceres, imitando a Cincinato, pueden luego de dos períodos en el poder retirarse a su granja en Mont Vernnon como hizo Washington, pero de verdad, no con promesas de un chichorro a orillas del Apure con un patio sembrado de topochos que nunca va a llegar, porque salvo el doctor Vargas y Carlos Andrés Pérez en nuestro país sólo los tontos entregan el poder sin patalear: y si lo entregan pasan el resto de sus vida rumiando el retorno o conjurando venganzas contra los enemigos políticos que no pudieron liquidar mientras estaban en Miraflores, donde, lamentablemente, a veces había que trabajar y donde los llevacafé encargados de las venganzas no hacían el trabajo sucio como debía esperarse de las gordas coimas que cobraban, bochinche siempre bochinche, hasta para jugar a la venganza.
Eliminamos el senado, siendo un estado federal descentralizado; debilitamos la descentralización a pesar de que la constitución del 99 abrió algunos canales interesantes de acción no centralista, que nunca se cumplieron porque lo urgente (lo que diga el jefe o lo que esté vibrando en los medios) siempre se impone a lo importante. La descentralización, que es una forma de dividir el poder y democratizarlo entre las regiones y la capital, no pudo ser soportada en el momento en que sus instituciones se comenzaron a interponer ante el proyecto de país del actual proceso, con toda una serie de gobernadores y alcaldes opositores que desde sus espacios regionales y locales no sólo se oponían sino que se atrevían a hacer una política distinta, eficiente, que mostraba sobre la realidad que sí se puede: este slogan por cierto no es un invento de Obama ni de la Polar, sino del MAS en los 70, un himno voluntarista con música de Mikis Teodorakis, el mismo de la película Zorba el Griego, que cantábamos en las marchas en los 70.
Así que es comprensible por qué mucha gente cuando le hablan de federalismo retrocede, pensando en la versión Pancho Villa-Zamorana. Pero ese no es el único federalismo, sino uno pervertido, jacobino, que terminó traicionando la libertad, como era predecible. El otro federalismo, el político, sigue teniendo vigencia como modelo para Venezuela, está consagrado en la Constitución, y es parte de la discusión que el país debe sostener en los tiempos que vienen, parándole un 20% a lo trascendental y dejando el 80% para lo urgente que el colosal oponente nos impone en sus alocuciones diarias.
Al menos ya se anuncia un Congreso Federal a efectuarse en el Zulia dentro de algunos meses y se intenta revivir una mesa democrática para coordinar a la oposición, aunque el tema central hasta ahora ha sido la tarjeta única, algo parecido al PUSV, pues, no aprendemos nada. Pero algo es algo, y hay que seguir adelante.

lunes, 25 de mayo de 2009

El discreto viaje del profesor Franco


Es verdad, nunca fue mi profesor, aunque yo cursé dos semestres en el Pedagógico antes de que la nostalgia por un amor perdido me hiciera salir en volandas de Maracay. Es verdad que no fue mi mentor, sólo porque soy un poquito más viejo que ustedes, y porque en Caracas –aterrado de los fantasmas de Maracay que me perseguían en las noches bohemias de de Sabana Grande- otros como Oswaldo Trejo y Alberto Guaura asumieron con estoicismo esa loca y apostólica tarea de ayudar a labrar esta tosca alma mía a partir de la palabra escrita, a ver si corrigiendo la verba corregían el ánima, como si entre ambas categorías existiese una secreta ley de equivalencia. Todo eso es verdad, pero fue un simple accidente generacional. Igual Franco era gentil con todos nosotros cuando nos juntábamos en la puerta del Ateneo a conversar sobre Fellini o cuando finalmente aceptaba el ritual colectivo de las birras helodias en medio de aquella canícula que parecía no tener fin. No lo recuerdo fuera de sus cabales, como decía Alberto, no lo recuerdo despotricando de nadie, como podíamos hacer nosotros cual si fuésemos furias literarias. Sólo se me viene a la mano la palabra decoro para describir a Franco. Era un caballero algo solitario, discreto, que dedicó su vida a los libros como en el fondo hubiéramos querido todos hacer, aunque no tuvimos el coraje suficiente y luego tantos desvíos egoístas y materiales nos han retorcido entre breñas y callejuelas periféricas apartándonos a veces de nuestro más grande amor que siempre han sido los libros, valga la redundancia. Tuvo entonces Franco el valor y la sabiduría de admitir que sólo podía vivir para los libros, por los libros, en los libros y de los libros, y así se evitó tanto extravío que a nosotros –al menos yo lo reconozco en mi caso- nos han enceguecido temporalmente, largamente, por breves instantes, eso varía, y nos han apartado de nuestra misión ejemplar, que es seguir la vieja labor de los escribas, de los copista, no importa que ahora en vez de papiro o pergamino usemos un teclado, y que la soledad de las altas bóvedas monacales haya sido sustituida por la soledad ante la computadora, viajando en las noches por un nuevo y extraño mundo poblado de las sombras de otros viajeros simultáneos a nosotros en todo el orbe, hasta que el alba nos regresa a los deberes esos que nuevamente nos distraen de nuestra ejemplar labor.
Franco se ha ideo con la discreción y el decoro que le caracterizaron. No sé cómo viajar en las noches para saludar al profesor Franco doquiera que esté. Sé que llegará una noche en que deberé emprender el mismo viaje. Ojalá mis amigos me recuerden con el mismo fervor con que hoy le recordamos.
Oscar Reyes Matute, en Caracas el 24 de Mayo de 2009

miércoles, 13 de mayo de 2009

La economía política, estúpido, la economía política


Oscar Reyes

I.- Una de las características más acentuadas de la antroposociología del venezolano son nuestros altos niveles de desconfianza, que dificultan arduamente cualquier organización más allá de los fueros familiares, cualquier tentativa que vaya pos de proyectos públicos de interés para todos. Creo que de allí se deriva el atavismo de que rara vez aceptamos literalmente las palabras de los políticos o de quien sea. Nuestro esfuerzo no se concentra en tratar de entender las implicaciones de lo que el sujeto ‘x’ nos está diciendo, sino tratando de descubrir la perversa intencionalidad con la cual nos lo dice. A saber, todo lo que diga quien sea es mentira, tomarlo en serio es de tontos, el vivo siempre debe buscar la trampa que nos están montando, cómo es que están tratando de guisarnos o de apoderarse del botín detrás de esa fachada discursiva. Cuando uno les pregunta por qué hacen eso te miran con una sonrisita y con desprecio intelectual te sueltan cosas como “realpolitik, imbécil, ¿o es que tú no te has leído a Maquiavelo?”

Enfocarse prima facie en lo que alguien dice no significa creer que todo el mundo es altruista o que no existen los pájaros bravos y los aspirantes a dictador. Lo que ocurre es que si apenas alguien empieza a hablar yo arranco a buscar cómo es que está tratando de sacarme la cartera en realidad lo que estoy analizando son mis prejuicios y no el discurso del sujeto ‘x’. Eso genera un doble o triple esfuerzo de análisis, que conlleva al resultado de que nunca voy a entender lo que ‘x’ quiso decirme. Tal vez el sujeto ‘x’ quería montarme en la olla, o tal vez estaba de verdad proponiendo algo interesante y útil: pero jamás lo sabré.

Este camino de análisis es poco fructuoso a la hora de defenderme: tal vez sería más sensato tomarse en serio lo que ‘x’ dice y luego contrastarlo con la realidad, a ver qué aspectos del discurso son ciertos y cuáles son poco creíbles. Eso me permitiría tener clara noción de los peligros que ‘x’ encierra si fuera un pájaro bravo (lo cual es bueno para mi seguridad) pero también deja la puerta abierta para potenciales asociaciones en torno a proyectos de cualquier índole en caso de que ‘x’ no resulte ser un carterista. Esto lo llaman ‘el beneficio de la duda’ y está consagrado en las constituciones democráticas bajo la fórmula ‘toda persona se presume inocente hasta que se demuestre lo contrario’. Dije inocente, no necesariamente una buena persona, aunque teóricamente podríamos extender el argumento hasta la categoría bondad.

Un contexto como el anterior puede conducir, si se lleva ad nauseam, a una sociedad donde nadie oye a nadie, donde nadie se arriesga con nadie, donde todos rechazan a todos desde un principio, donde para toda actividad de la vida nos refugiamos en la familia y en los panas cercanos, porque más allá de la verja de mi casa todos son ‘ellos’ y nunca ‘nosotros’. La falta de costumbre de asociación –que empieza por oír al otro a ver qué dice- hace que muchos de estos sujetos pierdan tal capacidad, al punto que se hacen daltónicos a la asociación provechosa, dejan pasar por alto oportunidades fabulosas y, trágicamente, cuando por fin confían los engaña un falso jeque, alguien que los convence de meter los reales en el Stanford Bank o terminan eligiendo a su futuro verdugo en un cargo de representación popular. A la larga, estos pajaritos desconfiados son más fáciles de engañar que las personas que dan el beneficio de la duda, porque en el segundo caso la carga de la prueba recae sobre el sujeto ‘x’, quien debe demostrar que hace lo que promete. Eso sí, las personas que dan el beneficio de la duda pueden ser inflexibles cuando descubren que les mienten, y allí se acaba el negocio. El pájaro desconfiado puede incluso descubrir indicios de guiso en la conducta del sujeto ‘x’ después que le ha entregado los reales, pero ya será muy tarde, porque el orgullo le hará decir: ‘No, eso no pueden ser cierto, yo soy un pájaro bravo, a mí nadie me tracalea’. Esa es la táctica de todos los estafadores: fue la táctica de Maduff, de Stanford, del falso jeque aquel que esquilmó a decenas de pájaros bravos del jet set caraqueño hace unos veinte años. El vivo termina como la tipa aquella que está divina y que por eso desconfía de todos los hombres, que no le da nada a nadie, y que al final termina empatada con César Augusto, el peor de todos, el que le monta cachos, la trata como a una cachifa, se la vacila y le arruina la vida.

El desconfiado crónico termina votando para la presidencia por uno igual de engañador que él (o peor), y luego se queja. Pero: ¿por qué no confiaste en la democracia? ¿Tenías miedo de aparecer como un bobo? ¿Quién te mandó a andar aventurando en pos de una gorra militar? ¿Qué sabes tú de dictaduras, de regímenes políticos, como para andar aleccionando a quienes alarmados te decían ‘¡Chamo, los militares pal cuartel!’? Y aquella vez igual la risita, “Je, je, no entiendes nada imbécil, es realpolitik, vamos salvar la patria de los pusilánimes como tú. Aquí lo que hace falta es mano dura”. Uno piensa que la mano dura es buena, siempre que la descarguen sobre otros cuerpos, dado que la culpa de lo que pasa en el país o de que yo no sea millonario nunca tiene que ver conmigo, siempre es de otros, a los que hay que castigar (y a ver si finalmente me hago rico en el gobierno castigando la corrupción, de paso): pero apenas la mano dura se vuelve contra nuestros intereses “allí sí que la vaina cambea, camarita” como diría mi paisano Manuel Bermúdez con llanerísima facundia.

Yo arranco por tomar literalmente lo que todo político dice porque soy burda de flojo como para, de entrada, a cada rato y con cualquier rabo e’ cabuya, desplegar las fuerzas de defensa dialécticas (dialectic task forces), que en mi caso incluyen portaaviones Rorty, submarinos Maquiavelo, aviones de despegue vertical Isaiah Berlin, helicópteros Carlos Rangel y algunos vetustos anfibios de desembarque Vallenilla Lanz. Adicionalmente, en la Simón Bolívar me influenció una materia llamada Análisis del Discurso (I y II) que te dice eso: Analiza el discurso del sujeto político, imbécil, para tener un punto de partida empírico, para saber si los pelos del burro son castaños: si el burro muerde o patea eso lo averiguas después, primero tienes que averiguar si es burro viejo, mulo o pollino.

II.- Recurramos nuevamente al artilugio de la ‘mostración’: imagine usted un sujeto político ‘x’ que dice: “Voy a establecer en Venezuela el socialismo.”. Vas a ver al viejo pájaro bravo que votó por ‘x’, ahora transfigurado en analista político y opositor acérrimo (que sueña con un subsidio del NED) en un canal de televisión amenazado de cierre con un moderador que lo azuza para que pierda toda moderación y ladre (¡cuje, perro! es la interjección empleada en el llano). El tipo se arrellana en la butaca, se queda pensativo unos 5 segundos, se toca la barbilla con gravedad y suelta el fruto de sus sesudos análisis.

-En Venezuela estamos viviendo un totalitarismo…

Al tipo le mandan mensajes de texto elogiando sus cojones y su claridad, ciertas viejitas de Altamira luego de años de sequía finalmente lubrican, y las muchachas con mamoplastia y bótox de mi artículo del 14 de septiembre de 2008 repiten su grito de guerra ¡Hazme un hijo!

Uno se tropieza al tipo en una tasca el día que va a ver lanzar a Johan Santana y trata de hacerse el bolsa, pero el pájaro bravo es incansable:

-¡Oscar Reyes, criptochavista!

Qué vaina, y yo que no quería darle nombre al sujeto ‘x’, quería dejarlo como las variables indefinidas del álgebra para resolver ecuaciones de segundo grado, pero el pájaro bravo siempre me saca de quicio, esa es una de sus grandes virtudes.

De colega a colega (imaginemos que el tipo hizo el mismo postgrado en Ciencia Política y que no debe la tesis como yo) uno le dice:

-Pana no confundamos a la gente, Venezuela no vive un régimen totalitario, léete otra vez a Hannah Arendt en Los Orígenes del Totalitarismo y verás que la diferencia de grados es abismal. Si tú detectas actitudes autoritarias, que las hay, descríbelas, analízalas, y ayuda a la gente a entender lo que pasa, te lo agradecerán. Pero sobre todo analiza el discurso de economía política sobre el supuesto socialismo y los nuevos modos de producción y ayúdanos a proponer alternativas.

Como al tipo no le interesa entender lo que le digo me mira con sorna y dice:

-¿Qué te tomas? ¡¡¡Epa, a este carajo lo botaron de la universidad porque descubrieron que su corazón es rojo-rojito!!!

Estoy perdido, la técnica del carterista que grita ¡agarren al ladrón! ha sido mortal: todos los presentes en La Huerta voltean a verme, y nada de lo que diga les hará cambiar. “No nos simpatizas, siempre nos caíste mal, con razón sospechábamos de ti, es que hasta tienes el fenotipo ..ñoetumadre…” me dicen unos 40 pares de ojos que engullen escocés 12 años y mero poché, que debaten sumamente preocupados lo nocivo que está resultando para los pobres el actual proceso.

No es que no haya politólogos serios y esforzados, con el deseo real de entender lo que pasa con el discurso del sujeto político ‘x’. Pero en algunos casos, como su formación ha sido positivista, descriptiva, no analítica ni prescriptiva, sólo encuestas, caracterización del tipo de régimen desde el punto de vista de las instituciones democráticas formales, un poco de Robert Dahl en Poliarquía y de Guillermo O’Donnell en Accountability Horizontal, no entienden el enfoque de la economía política cuando se centra en los modos de y en la propiedad de los medios de producción.

-¡Ah! Es que tú eres marxista… Con razón… ¡¡¡Epa, este carajo es marxista y está asesorando al gobierno!!!

-No, chamo, la verdad es que yo no he leído todo El Capital, pero algunos otros textos de Marx sí, y creo entender medianamente su propuesta de análisis del fenómeno histórico, cuya alma es la economía, pero con su componente político, es decir, la economía política.

-Pica ahí, que llegaron las chistorritas…

III.- No tenía TV en casa para no distraerme de las lecturas importantes (Internet me parecía suficiente), pero cedí a la tentación de seguir el beisbol de grandes ligas, a mi ídolo Johan Santana, y también la champions ligando que eliminen al Barsa (¡Hala Madrid!) sin tener que ir a la tasca y verme rodeado de 41 o más pares de ojos de pájaros bravos, de manera que conseguí un viejo Sony de los grandotes. No pude evitar la aciaga tendencia de hacer análisis del discurso y de escuchar atentamente las intervenciones de algunos sujetos políticos de genotipo ‘y’ y también ‘x’ que decían y contrapunteaban en un poco en el siguiente estilo:

-Estoy aquí para participar en un seminario de economía social organizado para formar la conciencia de los 250.000 estudiantes de la universidad experimental de la revolución. Aquí estamos en vías de una revolución, que quede claro eso, vamos hacia el socialismo, hacia un cambio en la propiedad de los medios de producción, pura economía política, pues.

Ah no, si el tipo dice economía política pues no, jamás: primero muerto que bañado en Marx.

-Es un laboratorio para el totalitarismo del siglo XXI.

-Empresas sociales, participación accionaria de los trabajadores, superar el consumismo, fortalecer la solidaridad contra el egoísmo capitalista.

-En realidad, estaniña, lo que yo luego de profundas reflexiones he concluido, y quiero que los televidentes me presten mucha atención porque esto es de importancia capital, ya que de entender lo que yo digo depende el futuro de la democracia, es que en Venezuela se ha ido consolidando una dictadura, que tiene legitimidad de origen porque nace de un acto electoral en el que se consultó al soberano, pero que ha devenido en una ilegitimidad de ejercicio, ¿tú me entiendes?

-La crisis económica mundial empezó con los ambiciosos banqueros norteamericanos, y ahora se está expandiendo por todo el mundo, España tiene 4 millones de parados, qué erotismo, caballero…

-En el fondo de todo esto, mi querido amigo, apreciados televidentes, subyace una patología por el poder por el poder, con visos de delirium tremens y una megalomanía que puede sugerir una gran inseguridad sexual…

-Economía política, pues, y el que tenga ojos que vea, y el que tenga oídos que oiga y el que quiera entender que entienda o que se vaya a lavar ese paltó.

-Bueno, me corrigieron en la tasca y me dijeron que no empleara alegremente las categorías del totalitarismo sin haber leído antes a Hannah Arendt en Los Orígenes del totalitarismo (618 páginas en 8vo): pero entonces, luego de una cavilación densa y varios días de insomnio concluyo con Umberto Eco en ese breve y brillante ensayo titulado Ur-Fascismo (15 páginas en 16avo) que se trata de un neofacismo, un neototalitarismo, una dictadura postmoderna maquillada con un pseudo discurso democrático para aparentar ante las instancias de observación internacional que finalmente están comenzando a tener sospechas sobre la democracia venezolana, y este es un proceso que apenas empieza y que no va a parar, eso se lo aseguro a los televidentes: en algún momento Obama nos va a sacar de este peo.

IV.- ¿Qué pasa si nos tomamos el discurso de ‘x’ en serio? Algunos analistas, luego de darse infinidad de cabezazos han reconocido aterrados: ‘Perro, y lo peor es que el tipo siempre anuncia lo que va a hacer.’

Hagamos para finalizar algunas aclaratorias y preguntas analíticas, lógicas:

1.- Para tomarme en serio el discurso de ‘x’ este sujeto político no tiene que ser necesariamente una cacaíta. 2.- Que yo me tome en serio su discurso no significa que lo apoye, a lo mejor quiero combatirlo y me parece –pendejo yo- que saber lo que trae en la bola me conviene 3.- Si me paso toda la vida adivinando la perversidad detrás de cada palabra del tipo, estoy analizando mis prejuicios y poco puedo aportar al debate. El Organon llanerum describiría las preguntas de ese tipo como circulares e inútiles, como preguntar, ‘Mire, cámara, ¿y cuál es la intención del malintencionado?’ 4.- Mi deconstrucción y reconstrucción pragmatista clásica norteamericana sería: ‘Caracha, paisanito: el tipo está hablando de economía política y la oposición no se da de cuenta, y lo peor es que la gente le cree, y el loco ha puesto a un poco más de medio país a pensar y hablar, a discutir y debatir en términos de economía política, ¡…na tan loca!’

De mi deconstrucción y reconstrucción pragmatista salen algunas recomendaciones terapéutico-políticas: a) estudie algo de economía política. Están circulando ediciones populares de “Marx para principiantes” de Federico Riu, en comic, que le pueden servir. Fueron mis lecturas de adolescente cuando me metí en el MAS, antes de Proceso a la Izquierda de Petkoff o las críticas de Bobbio b) dado que hay mucha gente que está hablando en el lenguaje de la economía política, para superarla debe manejarla, o ellos simplemente no lo entenderán, y diga lo que diga le van a gritar ¡Oligarca! c) que ‘x’ esté proponiendo un proyecto con economía política no significa que todo proyecto de economía política sea perverso. Recuerde que muchos analistas, periodistas, entrevistadores y académicos rechazan este enfoque –es una mentira del dictador x’ y no debemos caer en eso- pues no tienen formación en esa área, de manera que perderían el monopolio del discurso mediático si ese tema se abre paso d) no subestime a ‘x’. Massimo Desiato, en una entrevista en El Universal, advertía que ‘x’ tiene discurso, aunque suene tosco y atrasado o sesentoso: lo peor que podemos hacer es responder como lo hizo su rector cuando él le dijo que se debía dialogar con el proceso de ‘x’, y el prelado le contestó: “Ese discurso no es un objeto digno de estudio” d) si los norteamericanos fueran bobos no serían la primera potencia del mundo desde hace 60 años. Si ‘x’ no tuviera discurso, no estaría en el poder ni lo repetirían millones de ‘equivocados, negros, brutos, resentidos’. No piense Ud. como neoresentido, como si fuera una falsa señorita despojada y engañada, usted se lo buscó al votar por él, ahora no llore ni me insulte por decirle que peló gajo, simplemente contribuya con la medicina f) tal vez dentro del discurso de ‘x’ hay cosas buenas que usted, por no querer tomarlo en serio, suenan a bueno y han convencido a millones aquí y fuera del país. Reconocer eso no significa que ‘x’ las vaya a implementar bien o que dejemos de criticar las actitudes autoritarias g) no le dé pena copiar lo bueno de ‘x’, tal vez la gente realmente necesita un discurso de economía política porque, pese a las promesas de Fukuyama luego de la caída del Muro de Berlín, el libre mercado y la democracia representativa a solas no han cumplido sus promesas de bienestar. Si el muro de Berlín se cayó, pues su equivalente ha sido la crisis económica que me tiene pariendo a mí igual que a usted para pagar la renta y llenar la nevera h) ¿y qué tal si usted y su partido o UNG se dedican a proponer una alternativa de economía política llamada ‘yyy’ con la suficiente claridad para convencer a una parte de la población que no está con “nosotros” porque no sabemos o no queremos proponerles alternativas que impliquen economía política porque en el fondo no queremos que nada cambie? i) si lo que está en juego vale tanto la pena, supere sus prejuicios, meta la mano en la llaga o en la basura, haga una ablación de la herida pustulenta y diga: ¿qué pasaría si voy más allá de mi egoísmo, de mis prejuicios y acepto que algo andaba mal y que algo aún sigue mal respecto al ‘nosotros’ opositor al punto que tanta gente aún apoya a ‘x’? j) ¿cómo superar a ‘x’? ¿Con homeopatía o con alopatía? Un clavo saca otro clavo, no hay mejor cuña que la del mismo palo. Sin necesidad de lesionar sus intereses, sin dislocar su identidad, sin tener que aceptar que ‘x’ es un alma de Dios y nosotros unos demonios, se pueda añadir al debate un poco de economía política (Pepe Guerra y Raúl González Fabre lo hacen sin sonrojarse), que de paso nos amplíe el piso a la hora de responder problemas del tipo: cómo vamos a superar la pobreza, cómo vamos a lograr la integración. a superar la polarización que excluye a los opositores –política- y a los pobres –económica y social, qué modelo de desarrollo vamos a construir de cara a los retos del siglo XXI que no son pocos, qué vamos a hacer con el petróleo, con la biodiversidad y el agua que son las riquezas del futuro, cómo vamos a ajustar la educación de cara a lo que ya no va a volver y lo que deje esta tempestad?

Creo que el libro de Rius es sumamente barato entre los libreros y buhoneros.

martes, 20 de enero de 2009

Educar para la democracia


Oscar Reyes

¿Es acaso posible educar a una nación y a sus habitantes en valores y conductas democráticas? La democracia implica algo más que las instituciones políticas de check and balances, la división de poderes, la alternabilidad de los gobiernos y el respeto de los derechos humanos: debe ser una cultura, un modo de comportarse los ciudadanos en todos los espacios sociales posibles, el hogar, el trabajo, la escuela, y un largo etcétera. Si por ejemplo tenemos una constitución que se dice democrática pero en la sociedad las relaciones son asimétricas, familistas, verticales, opacas y autoritarias, se produce una especie de esquizofrenia política que genera mucho malestar e incertidumbre: todo aquel que juegue democráticamente hace el papel de tonto, porque los demás jugarán a la viveza, al arribismo. Los demócratas se convierten en parias, en indeseables que entorpecen los guisos y manipulaciones de los cogollos, gente que sufre mucho y se pregunta, ¿pero por qué si yo juego limpio de manera democrática? Los vivos obtienen victorias temporales y parecen destinados a detentar el poder para siempre, pero a la larga este tipo de sociedades anómicas obtienen muy bajos resultados en sus ejercicios económicos, políticos y sociales que las pueden llevar a crisis cíclicas. De manera que aunque el demócrata parece tonto, resulta que si una mayoría importante juega democráticamente a la larga todos ganan más, incluso los vivos. Las sociedades con larga experiencia democrática –que no por casualidad son las más ricas del mundo- han aprendido esta lección, y realmente juegan limpio, no hay doble discurso ni se trata de bobería religiosa: un país donde todos son una cuerda de vivos se parece a Uganda, uno donde todos son demócratas y tontos se parece a Finlandia, Canadá o Australia.
Una vez que durante su experiencia estos países aprendieron las ventajas de la conducta democrática a todos los niveles, se dedicaron a enseñarla como se enseñan matemáticas o lenguaje. ¿Que cómo lo hicieron? La democracia Moderna más antigua, la de EEUU, no nació como tal, sino como una república de blancos varones: los indios, los esclavos y las mujeres estaban excluidos de los derechos políticos, pero paulatinamente se fueron incorporando al pueblo con derechos, al démos. Sin embargo, esa sociedad tenía una característica que la diferenciaba de todas las de su época: todo era objeto de discusión. A Alexis de Tocqueville en La Democracia en América le maravillaba que el frutero y el banquero que se topaban en la calle se detuvieran a discutir cualquier tópico. Cierto, en ninguna otra parte del mundo un rico banquero alternaba con el vendedor de frutas, y esta es la imagen más popularizada del texto del francés y del estado de la democracia en el país del norte hacia 1835, pero había algo más crucial; todo se discutía, desde cómo trazar una cañería hasta cuáles reformas podrían ser propuestas a referéndum en las elecciones de cualquier estado. Tocqueville calculó que un país donde 13 millones de personas discutían sobre todo lo que hacían en conjunto, en lo público, en la casa, el trabajo o la escuela, era ya de por sí un éxito, y que cuando llegaran a ser 300 millones dominarían el mundo. El filósofo John Dewey retomó la idea de Tocqueville y a la norteamericana la llamó democracia deliberativa, su aspiración era una socialdemocracia sin castas, igualitaria, con respeto a las minorías y sin exclusiones. Lo fundamental, para Dewey, también era la capacidad de deliberar acerca de cualquier problema de interés en la casa, el trabajo o la escuela. A su juicio la expansión y profundización de las conductas democráticas en todos los ámbitos sociales le pondría férreas bases a la democracia prevista por la constitución y las leyes. Fue un paso más allá: trabajó en la reforma de la educación primaria y secundaria en EEUU a principios del siglo XX e introdujo materias como debate en clase, análisis de la constitución, lo que luego se llamó educación cívica.
Al influjo de Dewey, el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa promovió una reforma en Venezuela que fue conocida como La Nueva Escuela. Fruto de esta sana inspiración fueron los programas de educación social, moral y cívica que se mantuvieron en los programas educativos hasta creo que los setenta u ochenta. Yo, que tengo 48 años, recuerdo esas materias con encanto de cuando estaba en primaria y secundaria, en ciclo básico. ¿Por qué desaparecieron estos pensa? Sigo sin entenderlo; se dejó la formación democrática al medio ambiente social, la familia o los medios de comunicación, que como sospecharán ustedes en nuestro país no son precisamente democráticos. Quienes incoaron esta atroz poda de nuestras ramas democráticas soñaban que la llamada antipolítica iba a terminar por corregir los errores de los partidos y los líderes políticos o peor; que podían llegar al poder sin hacer políticas, es decir, sin trabajar en los partidos, las bases, simplemente pontificando desde los medios de comunicación. Tal vez debamos aprender aún que los problemas de la política sólo se solucionan con más política y los de la democracia con más y mejor democracia.
Asistimos a un auge de la formación política: se vende como autoayuda, dada la crisis. Ello es imprescindible para el futuro, siempre que vender cualquier pacotilla como formación política no sea una variable de la viveza criolla, para vivir sin trabajar. Al menos se ha despertado la conciencia de esa necesidad. Reconfigurar las instituciones políticas para fortalecer nuestra endeble democracia deberá ir acompañado de un enorme esfuerzo para educar en democracia, como lo soñó Dewey: quizás debamos educar para la democracia desde el vientre mismo y hasta la senectud. Es un proceso para toda la vida.

sábado, 3 de enero de 2009

A New Year Letter for my friend Merav Ben Nun in Jerusalem


Dear Merav:
I wish a Happy New Western Year for you and your family in Jerusalem. I understand a little your drama in Israel and theirs in Palestine particularly onto the weakness of the Palestinian National Authority and of the Lebanon state. Using this lack of response capacities by the constitutional forces in both cases, militias like Hamas and Hezbolla can use without control these Palestinian areas as bases, and even the whole Lebanon territory for the rockets attack. And as Israel has a powerful army, there are state ‘reasons’ to react, after advertising them ‘Please stop launching missiles against us’ with not answer, or with the answer of more missiles or suicide attacks. In the other hand Palestine it’s a failed state, thanks to the Britons, and they know nobody in the world will help them to be successful (I think except themselves), or to defeat Israel, supposing erasing Israel from the map is going to improve their lives in the earth, although they believe it happens in heaven when they blast a bomb in a market in Tel Aviv killing dozens of innocents civilians (I know a little the story of Hassam Ibn Saba, The Old Man from the Eagle Nest Mountain and his group of the haxxaxin, the origin of this modality of terrorism and source of the Spanish word ‘asesino’ it is, killer).
It’s a circular and irrational argument for both parts, because both parts have enough reasons to stop but don’t do it. So reasons in strict sense have no much to do in this issue. Of course is true after every road map Hezbolla and Hamas start a new jihad, but is also true that in the moment when all the world felt for a little while the hope of the peace (Camp David Agreement with Clinton as mediator), somebody shot Rabin, or Netanyahu pith in a mosque to provoke a new attack and become Prime Minister.
Well, sometimes I agree with Arendt when she says the Palestinians and radical Jewish don’t know the category of forgiving. They do like Old Athens; after a war, they devastated their enemies, house after house, as you can see in the tragedy ‘The Troy Women’. Romans introduced the ius gens, in order to deal with the foreign territories, as you very well knew during the Christ life in Palestine. It means you don’t destroy your enemies, you win, you reduce the peril and even you can convert their reconstruction in a business for the economy and the democracy, as Americans did in Japan and Germany. Well, this is one of the best heritages this Jewish named Jesus gave us in the Jewish-Christian Western Civilization.
Is there any hope? I think so. The most powerful country in the world now is ruled not by a jerk like Bush but for a man who knows how to negotiate and who knows in his genes the beliefs of the enemies, being a full American Christian and follower of the American creed. I think it can help, because people like Netanyahu would hardly trick with his cynicism to Obama, and at the same time he said Bin Laden should be killed, and at the same time he could get into a mosque with property.
We need now a good prime minister in Israel, at the same level like Obama. It is not so probably in Palestine, Syria or Iran, although believing so could be a kind of superiority complex ‘We can produce state men with this level but they don’t’. I think they can, and I remember people like Edward Said, sharing dreams with Daniel Baremboin. We should add to Obama’s slogan ‘Yes we can’ an appendix ‘And if we can, so can you, and they can too’. To put the felling of moral duty between ‘me’ and ‘us’ at a human rights level with ‘they’ is not an easy task but it’s possible. Sometimes the good guys win, and it happens not only in the movies. OK, Albert Gore lost the Presidency against this you know what named George Walker Bush: but Obama won, in hardest conditions. Even here in Venezuela we –I supposed candidly we are the good guys- had lost 9 strike elections against Chavez, but suddenly the students came out, and we stopped the bad guys in their attempt to join a kind of evil club with Castro, Saddam and Amedinajed. Yes, I know what happens because we are involved too: we –or him the Venezuelan President- are dealing with Iran, the country whose President is trying to produce nuclear devices to finish Hitler’s job against you. It’s disgusting to see all those Iranians in the Caracas hotels in a kind of conspiracy against freedom and peace. We are in focus because we have petroleum, water, and all the resources of the future, so anything that occurs in India or Jerusalem affects us and vice versa. The world now it’s so small…
This year many of the good guys and gals triumphed against the bad ones in the case of Obama versus McCain in US, also here in Venezuela, and we think we are going to win again next year. The same thing can be happening in Syria or Iran with no media coverage. I think so because despair opens minds, and when you don’t see solutions you say ‘don’t shoot, stop!’ You can say it doesn’t happen with suicide fundamentalist martyrs, but not everybody want to be a martyr, many people just want peace and good life. And when this kind of people become majority, nothing can stop them like in the former USSR, no matter the tanks and the nuclear weapons.
Is it happening in the Middle East? I don’t know, but part of our job is to find out that. After so many deceptions in Venezuela I can see clearly this new majority growing up in silence. Media doesn’t help very much in this case because good guys and new majorities are not good for the business: murders, suicide attacks and military offensives give more share and rating in the polls. But as we see the world through of their cameras and they don’t care about the good guys, we should open ours to capture this world there outside.
Is it a dream? Not really: if we Venezuelans are doing it, why not you Jewish and the Palestinians? Democracy and freedom have growth in splendid ways the last century, no matter the prophets of the III World War. Namely a large number of countries define themselves as democracies. It didn’t happen in the Century XIX. Is the moment to achieve a global democracy and a global peace with social justice and ecological concern? It will not happen by itself, it will be possible only if we join the task and work hard day and night educating to foster these new majorities.
I pray for the peace in your city Jerusalem, in your country, in mine, in the world.
Oscar