lunes, 24 de septiembre de 2007

El primer estudiante venezolano exilado por la dictadura


En Noviembre de 2006, realizamos en la UCAB las III Jornadas de Reflexión Política dedicadas al tema Totalitarismos de Izquierda y Derecha en el siglo XXI, con la participación del Observatorio Hannah Arendt.
En ese momento, los estudiantes aún no habían salido a la calle. Más bien, uno de ellos estaba siendo perseguido ferozmente por los organismos de inteligencia (esto de inteligencia en el gobierno es una contradicción, of course) y seguridad del Estado sin recibir apoyo de los medios, ni de los políticos sino únicamente de las redes de amigos. Su nombre es Nixon Moreno. Recuerdo que nos envió un video donde alertaba a sus compañeros acerca del peligro totalitario que se nos cernía.
Aquí están sus declaraciones en el video, que compartimos con ustedes. Lamentablemente, en ese momento los canales de televisión no quisieron pasarlo, porque los estudiantes no se habían convertido para ellos todavía en un manjar mediático, como lo son ahora, independientemente de lo justo y necesario que son las manifestaciones de los jóvenes y que se las difunda colectiva y globalmente a través de todo tipo de medio de comunicación.
Como sabemos, Nixon pidió asilo político en la sede de la Nunciatura Apostólica, que es la Embajada de la Santa Sede en Caracas, donde aún permanece.
Como homenaje a él y al zafarrancho estudiantil y social que se nos avecina –no crean que esta reforma va a pasar así como así, sin una protestica, sin una chispita, sin movilizaciones gigantescas, lo cual es el sueño de los adláteres del gobierno- pues en homenaje, repito, aquí les cuelgo el video en que el querido Nixon envía su mensaje a los estudiantes. Pásalo.
Saludos solidarios y democráticos!

For my best friend in Australia


Dear Anthea:
I decided to open a blog, where I'll publish my articles analyzing the Venezuelan issues. Enjoy those if you want. I know you are very concerned about us, or I’d never met you. Your concern made possible the nice days we spent in Caracas speaking onto politics, Australia, our history, and having a shandy some Friday night at Hard Rock Café in Sambil mall.
Federico is now in China, attending a conference. Bastard! I fell a really fucking envy! He told me you probably will visit us in October. Welcome again!
I’m stressed being an ideological leader at the opposition, writing, making lectures, speaking, with a lot of responsibilities on my shoulders. But it's what I love and wanted all my life.
My hand is better, and I recovered the most of the movement, thanks God and my doctor…
Here are some funny memories of those days.
See you soon.
Oscar

The Fulbright gang is in my blog!!!
















Dear Fulbrighters:
Finally I decided to open a blog, where I’m going to write my visions and opinions about Venezuelan issues. But also, it's a nice place to hang photos, videos, and send greetings to people like you.
In first instance, I wrote some articles in Spanish, but of course, in the future I’ll try to write in English to be really global.
Here we are attending the barbecue at Lizzie’s parents home in Washington. Do you remember? Well: I have hundreds of pictures like this from that delicious summer 2003. I’ll try to put many of those in the blog, and you can load-down those you want.
Please, all of you receive my best wishes.




Oscar
















viernes, 21 de septiembre de 2007

¿Qué cosa es eso que llamamos el pueblo?



A Fernando Mires



I.- La falsa democracia ateniense
Cuando Abraham Lincoln contempló el asolado campo de Gettysburg, definió la democracia por la que luchaba como el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Si la democracia está tan vinculada con el pueblo, a la hora de pensarla y defenderla –como es el caso nuestro en Venezuela- podría ser interesante y útil preguntarse: ¿qué cosa es el pueblo?
Un buen número de constituciones abren su articulado con la frase ‘nosotros el pueblo’, pero ¿quiénes conforman ese conjunto que llamamos el pueblo? El significado que le demos a la condición de pertenencia a ese colectivo puede marcar la diferencia entre un fresco y transparente régimen democrático y un tenebroso régimen totalitario como el de Adolfo Hitler.
En la primera democracia conocida y documentada, la ateniense, el vocablo significa gobierno del démos, del pueblo. Pero: ¿forman parte del démos o del pueblo todos los individuos? En sentido estricto no. Los atenienses hacían una clara distinción entre los individuos con derechos políticos –los ciudadanos- y cualquier otro individuo que vivera en la ciudad: sólo eran miembros del démos los varones mayores de edad e hijos de atenienses por los cuatro costados. Es una diferenciación que de alguna manera se sigue manteniendo, ya que no todos los que viven en Venezuela tienen derechos políticos: los extranjeros son el ejemplo más visible, pero también hay casos de personas con derechos políticos incompletos, como los niños, los presos y los individuos gravemente discapacitados física o mentalmente.
Al llegar a la mayoría de edad, los niños adquirirán la ciudadanía completa, así como al salir de la prisión los internos recobrarán sus derechos plenos. Igualmente, quienes por grave enfermedad dependen de las decisiones de terceros sobre sus vidas (médicos, familiares cercanos) recobrarán plenamente la autonomía en el momento en que recuperen la salud. Y los extranjeros que se nacionalicen adquirirán derechos políticos casi plenos, excepto para optar a determinados cargos como ser Presidentes de la República o magistrados de la Corte Suprema.
Lo anterior nos sugiere que no es lo mismo ser habitante de un territorio, de un país, que ser un ciudadano del mismo, y que por eso no todos forman parte de ‘el pueblo’. Pero es bueno señalar que aunque un individuo no forme parte de un pueblo en el que vive, aunque no sea ciudadano y por ello no tenga derechos políticos, sí es sujeto de derechos humanos, que son universales, están por encima de las constituciones y le cobijan dondequiera se encuentre, en su país natal o en otro.
Las exclusiones señaladas arriba –menores de edad, extranjeros, etc.- nos siguen pareciendo normales, razonables: pero cuando la condición de pueblo entendida como ciudadanía nos es quitada por otras razones, es cuando se pasa de una democracia a una tiranía. Baste señalar que las mujeres no tenían derechos políticos en Atenas, que no los tenían al nacer la nación norteamericana con la constitución de 1787, y tampoco en Venezuela en 1811: entre nosotros adquirieron el derecho al voto con la Constituyente de 1947. Las mujeres no formaban parte del pueblo, aunque las dos Constituciones mencionadas arriba abren su articulado con la frase ‘Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos’ (1787) y ‘Nos, el pueblo de los Estados de Venezuela’ (1811).
La exclusión de más de la mitad de la población –estadísticamente las mujeres son mayoría porque el promedio de vida de los hombres es menor- es un acto de discriminación y exclusión que de entrada nos pone en alerta: la de Atenas no era una democracia como las poliarquías que entendemos hoy, y tampoco lo era la de USA en 1787. Añádase que en Atenas había mano de obra esclava –igual que en USA y Venezuela cuando emergieron como naciones- de manera que la ciudadanía, la condición de pueblo, estaba muy restringida.
2.- El pueblo como raza
Hitler homologó pueblo y ciudadanía con la raza: quien no era ario no pertenecía ni a la nación ni al pueblo alemán, y por ello tampoco tenía derecho a vivir dentro de su territorio. Por ello, al principio se impulsó el éxodo de los judíos y gitanos, luego se los aisló de la población aria en ghettos y finalmente se procedió a exterminarlos masivamente en campos de concentración. Además se le añadió a la condición aria un valor cualitativo adicional y atroz: era una raza superior. No fue un invento alemán: los mismos atenienses se sentían superiores a los pueblos y razas que no hablaban griego sino lenguas que sonaban como un ‘bar, bar’ (bárbaro). Mediante tal artilugio justificaban la esclavitud: si no eres griego no eres un hombre completo, y por eso puedo tomar tu vida o someterte a esclavitud. Esta ecuación fue repetida por los nazis: ¿estoy matando a un ser humano al meter a este judío en la cámara de gas? No, en realidad estoy eliminando a un sub-humano. Por ello, no sentían remordimientos ni culpa al ejecutar a centenares de personas en cada horneada.
La condición de pueblo entendida desde un punto de vista cualitativo es la más peligrosa, y no sólo en el caso griego o nazi: cuando se homologa pueblo con religión, surgen de inmediato los mismos peligros. Si no perteneces a la religión musulmana, no eres un ser humano completo, porque eres un infiel. Ello justifica –en la retorcida mentalidad de los mártires islámicos- que lancen dos aviones repletos de pasajeros contra las Torres Gemelas en Nueva York o que pulvericen la estación de Atocha matando no exactamente a miles de seres humanos, personas o pueblo, sino exterminando a miles de infieles que no valen la pena a los ojos de Alá.
Los talibán no le otorgaban derechos a las mujeres, y tampoco a quienes no formaran parte de su secta, de su denominación. Era lícito para ellos entonces eliminar a cualquier no talib por quíteme esta paja.
No se crea que es una ocurrencia exclusiva de ellos: incluso nuestra constitución de 1811 consagraba que la religión católica, apostólica y romana era la única verdadera, de manera que aquella carta magna no amparaba a los protestantes, musulmanes o judíos: podían contar con la exclusión o la muerte aun siendo inocentes.
En el caso de los musulmanes, su condición religiosa les otorga una ciudadanía universal: nazcan donde nazcan, vivan donde vivan, si son musulmanes pertenecen a un ‘pueblo’, a un colectivo, que para ellos está por encima de las constituciones: son hijos de Alá y creyentes en Mahoma. De allí lo conflictivo para USA de enviar soldados norteamericanos de religión musulmana a sus dos últimas guerras.
3.- Reyes es el pueblo
Una última diferenciación nos toca muy de cerca, y es la que origina esta breve reflexión: ¿qué cosa es el pueblo de Venezuela?1 Imaginemos por un momento que Reyes es Presidente de la República, y que en un discurso ante la ONU argumenta: ‘Yo estoy aquí en representación del pueblo de Venezuela, que me ha re-elegido en los comicios de diciembre del año pasado.’ En este caso, Reyes sugiere tácitamente que el pueblo de Venezuela está integrado por todos los que votaron en las elecciones, es decir, la condición de pueblo es igual a la condición de ciudadano: visto así el asunto, nos parece normal este modo de pertenencia o no pertenencia al conjunto ‘pueblo’, porque se trata de una legítima condición política, no racial ni religiosa. Pero en su siguiente programa dominical ‘Habla el Presidente’, Reyes espeta con burla: ‘Es que estos malditos oligarcas no entienden que con Reyes gobierna el pueblo’. Esta es una acepción de ‘pueblo’ muy diferente a todas las anteriores, y sumamente molesta. Se trata de una discriminación socio-económica: en principio, sólo los pobres son pueblo. Luego vendrá otra más tenebrosa, que veremos más adelante.
Giorgio Agamben –con su sapiencia de filósofo del derecho- nos recuerda en su artículo ¿Qué cosa es el pueblo? que los romanos, en aquella lengua latina tan plena de lógica y de matices, usaban dos palabras para diferenciar dos tipos de pueblo. El pueblo entendido como la totalidad de los ciudadanos era el populus romanorum, cuyo poder soberano descansaba en el senado, los consulados y demás instituciones políticas. Pero para el pueblo entendido como los pobres usaban plebs, y éste tenía una institución especial de representación, los tribunos electos por la plebe, que tenían derecho a voz pero no a voto, y podían exponer y exigir ante el senado en nombre de los intereses de sus representados. Nombres claros y distintos ayudan a conservar la paz.
Fueron los franceses –cuándo no- quienes pervirtieron la palabra pueblo durante su desastrosa revolución. Si la convocatoria a los Estados Generales entendía aún que el pueblo de Francia eran todos los ciudadanos y sus gremios, ya para la época del terror el concepto de pueblo se había homologado con el de pobreza, convirtiendo así la pertenencia a tan venerado colectivo en lo que Hannah Arendt en Sobre la revolución llama ‘la cuestión social’. Sólo los pobres son el pueblo verdadero, porque han sufrido, han sido humillados y han sido robados por los ricos. Marx hereda esta acepción de pueblo verdadero=pobres: de allí deduce que el proletariado tiene todo el derecho a borrar de la faz de la tierra a quien no tenga la buena ¿o mala? suerte de nacer pobre.
La primera revolución moderna –y la menos entendida, estudiada y reconocida en sus profundas implicaciones políticas- fue la norteamericana, y no se ocupaba precisamente de la cuestión social, no trataba de remediar la miseria, justamente porque ocurrió en una nación donde ciertamente había pobres, pero donde la gran mayoría eran granjeros clase media propietarios, una nación que no conocía las espantosas hambrunas de la Europa de Los Miserables de Víctor Hugo, ni los ejércitos de mendigos del Londres Charles Dickens. La revolución norteamericana se hizo para lograr la libertad, mientras que la francesa fue concebida para acabar con la pobreza. En vez de crear primero la riqueza para luego repartirla y que así no hubiera miseria como fue el caso de USA, los franceses simplemente inventaron la guillotina para acabar con los nobles y los ricos, creyendo que así el pueblo podría al fin comer y vivir dignamente. Los norteamericanos aplicaron una solución económica: los franceses preludiaron el totalitarismo de Hitler y Stalin.
De este infausto jacobinismo proviene el uso perverso y doble que Reyes hace de la palabra ‘pueblo’. Dependiendo de la ocasión y del lugar, Reyes habla del pueblo entendido como todos los ciudadanos: cuando se va de gira -que es a cada momento- usa la palabra pueblo entendida como el colectivo de todos los ciudadanos de la nación. Cuando pisa suelo patrio, pueblo son sólo los pobres, mientras que los oligarcas que se oponen a su revolución por ello mismo dejan de ser parte del ‘pueblo’ para caer en un limbo, en un estado de excepción permanente sobre sus cuerpos, porque se les pueden violar los derechos debido a su perversa condición.
Pero en una encuesta reciente Reyes descubrió que su popularidad bajaba, incluso entre los sectores más desposeídos que antes le apoyaron ampliamente. De manera que había pueblo=pobres que ya no estaban con él. Su solución fue abyecta y brillante: comenzó una campaña comunicacional con vallas, cuñas de televisión, radio, afiches, en las que aparecía con su camisa roja de siempre, abrazando a una ancianita con el eslogan ‘Reyes es el pueblo’.
¿Cuál es el resultado de esta última homologación, de esta última hipóstasis? Que si Reyes es el pueblo todo aquel que no esté con Reyes deja de formar parte del pueblo, es un traidor al pueblo al que le se puede encarcelar, golpear, exilar o dar de cadenazos y tiros en cualquier plaza cuando manifieste sus posiciones políticas opositoras.
Mi amigo Fernando Mires, de paso por Caracas, soltó en un foro en el Ateneo la frase de que en Venezuela realmente está gobernando el pueblo. Los presentes se quedaron atónitos. Fernando completó la idea: ‘Claro, pero ¿qué clase de pueblo han creado ustedes?’ Muchos sintieron algo de culpa, excepto, claro, este modesto servidor, que nació y creció pobre –siempre fue pueblo- pero que se graduó con esfuerzo en la universidad, llegando a ser ahora clase media, pero creyendo que no por eso ha perdido su condición de pueblo, ni por el hecho de ser ahora integrante del partido Un Nuevo Tiempo.
A muchos ciudadanos de la oposición les ocurre que cuando marchan o protestan, los afectos al actual proceso los insultan con frases del tipo ‘Ustedes no quieren al pueblo’. Si alguien le dice algo así a usted, en vez de pelear haga como Sócrates; comience a interrogar con voz suave y cordial ¿Y qué cosa es el pueblo? ¿Las políticas del gobierno no son todas para el pueblo? ¿La reconversión del bolívar no es para todos, para los pobres, para los ricos, para la clase media? Si el gobierno trabaja para el pueblo, entonces trabaja también para mí porque yo también voy a usar lochas, mediecitos y reales, de manera que yo como que también formo parte del pueblo, ¿no te parece?
Es decir, no le dé pena decir que usted también es parte del pueblo, no se deje atrapar en esa trampa cazabobos de que el pueblo son sólo los pobres o los que apoyan el actual proceso: deconstruya, hermano, que en cada ciudadano hay una cabeza pensante, aunque sea muy dura.
Devolver la categoría pueblo al espacio político–semántico ‘todos los ciudadanos’ es una recuperación democrática imprescindible. Es tiempo ya de que quienes nos ubicamos en el campo opositor y democrático comencemos a construir nuestro propio lenguaje político, nuestro nuevo registro: mientras sigamos hablando el que nos han impuesto desde hace ocho años tenemos pocas posibilidades de recobrar las libertades que cada día menguan más en este amado terruño.

NOTA 1.-Debo mi acercamiento a la obra de Giorgio Agamben a la profesora Carmen Alicia Di Pasquale, quien me puso en contacto con textos como Homo Sacer y Estado de Excepción, los cuales leímos en la cátedra de la profesora Sandra Pinardi en el post-grado de filosofía de la Universidad Simón Bolívar en Caracas. Di Pasquale incluso se tomó el trabajo de traducir el artículo ¿Qué cosa es el pueblo? del original italiano y de enviárnoslo, por lo cual expreso mis agradecimientos públicamente.

La generación iPod va a la calle (II)



En los manuales de táctica y estrategia revolucionaria que leíamos cuando teníamos la edad de los muchachos que ahora marchan, nos describían las etapas de la lucha para la liberación del pueblo en este orden:1) los estudiantes salen a la calle e inician las protestas 2) sectores intelectuales y de la clase media se les unen 3) los trabajadores se contagian y se unen con miras a la huelga general insurreccional 4) finalmente los militares terminan apoyando el movimiento y el régimen cae.
En Venezuela, como todo lo hacemos al revés, las etapas de la resistencia democrática han sido: 1) los militares se pusieron a bailar, a dar y recibir misas en la Plaza Altamira 2) trabajadores (CTV) y patronos (FEDECAMARAS) se juntaron en una insólita conciliación de clases para llamar a un paro general que se declaró como indefinido sus primeros pasos 3) la clase media hizo guarimbas trancando avenidas y autopistas 4) ocho años después de instalado el Presidente, finalmente los estudiantes salieron a la calle como movimiento a protestar para defender sus libertades y derechos.
¿Son estas movilizaciones el cierre de un anticiclo o el comienzo de un ciclo en sentido correcto?Habría que comenzar respondiendo que la política no posee fórmulas ni recetas infalibles: no sabemos adonde llegaremos a partir de estos movimientos recientes. La futurología y los manuales de táctica y estrategia pueden ser útiles como ilustración de otros movimientos o como herramientas comparativas: pero su capacidad predictiva es una superstición similar a de la astrología y ambas cumplen, en el mejor de los casos, una finalidad de autoayuda personal o política, pues se termina apuntalando con argumentos pseudo-científicos lo que ya de antemano lo se quería creer, es decir, son wishful thinking.
De manera que no deberíamos tratar de responder con visiones sobre etapas y plazos a la pregunta sobre el futuro del movimiento estudiantil: a lo sumo, podemos describir algunas líneas de fuerza políticas que convergen en el país en este momento, esperando que sean de alguna utilidad para el lector perplejo y para los mismos estudiantes ahora que se les avecina la lasitud de las vacaciones de verano.
1.- Creo que no debemos recargar a los estudiantes, como bien advirtió Fernando Mires a su paso por Venezuela. Cierta oposición inmediatista quiere convertirlos en lo que podríamos llamar ‘el sujeto revolucionario de oposición’, es decir, la clase, el grupo, el instrumento, que logre lo que esa mencionada oposición no ha logrado: derrocar al Presidente. Los estudiantes tienen limitaciones obvias:a) tienen intereses sectoriales concretos que deben con justicia cuidar y defender, como por ejemplo graduarse, o defender la autonomía universitaria b) su condición de estudiantes es contingente: no van a serlo toda la vida, así que cuando se gradúen dejarán de ser las dos cosas, estudiantes y dirigentes estudiantiles, y su agenda de vida personal, social o política cambiará radicalmente, aunque tal vez muchos de ellos decidan continuar en la política cambiando el rol de estudiantes por el de dirigentes políticos dentro de organizaciones políticas profesionales y declaradas, como los partidos o el parlamento c) como movimiento, no pueden sustituir el rol de los partidos políticos, esto es, servir de interfaz entre los diversos intereses de los grupos y sectores de la sociedad venezolana, agregarlos, conseguir una coordinación y orientarlos hacia un modelo político que se organice en un movimiento con miras a derrotar democráticamente al actual gobierno para cambiar el rumbo político de la nación. Eso sólo lo pueden hacer los partidos que vengan, que nazcan de esta coyuntura, y los estudiantes lo saben y lo han manifestado en varias ocasiones: no nos pidan tanto.
2.- Quizás el movimiento estudiantil sirva para despertar nuevamente a una oposición democrática que, seamos justos, ha luchado duro durante ocho años y que se tomó un descanso luego de las elecciones presidenciales de 2006: así que sería injusto ver esta irrupción juvenil como si los sectores de la oposición hubieran estado dormidos como Rip van Winkle y ahora estos jóvenes ‘puros’ hubieran sonado el despertador político y de resistencia democrática de la nación. Tal vez sean un eslabón más en una ruta política de sentido común que arrancó cuando se derrotó a los abstencionistas en diciembre de 2006 y la oposición ayudó a legitimar al Presidente, pero también se legitimó y de manera impecable, a nivel nacional e internacional.
3.- Digo lo anterior porque en este caso el orden de los factores sí altera el producto. No es lo mismo presentarse ante la opinión internacional con denuncias teniendo como background inmediato un paro o un golpe de Estado: en aquellos momentos, el actual proceso era visto como la víctima, como un gobierno popular asediado por golpistas y oligarcas. Claro que esto último no es cierto: dentro de la oposición hay sectores muy democráticos y sacrificados, de todas las extracciones sociales: pero la percepción también era cierta, es decir, era cierto que nos percibían desde afuera –aunque injustamente- de una forma que le convenía mucho al gobierno, debido en parte a muchos errores de la dirigencia opositora. Pero ahora el panorama cambia, y también la percepción: cuando dirigentes civiles y políticos de la oposición van al extranjero a denunciar el cierre de RCTV o cualquier otra medida autoritaria, ocurre lo contrario, pues cuando los funcionarios del gobierno tratan de descalificarlos ante la opinión internacional diciendo que son golpistas, oligarcas o cachorros del imperio, los observadores ripostan: ‘Disculpe Canciller: ¿usted se está refiriendo a la oposición democrática que compitió con ustedes en las elecciones y reconoció el triunfo del actual Presidente legitimándolo de nuevo?’. Ese nuevo orden de los factores quizás ayuda a que las denuncias por el cierre de RCTV o la movilización estudiantil también en defensa de la autonomía universitaria no hayan podido ser ideologizadas ni descalificadas por el actual proceso: no han podido convencer a nadie de que en estos dos casos presenciamos una lucha revolucionaria entre proletarios nobles y malvados oligarcas. Al marcarle el campo de juego al gobierno en diciembre pasado, la oposición ha convertido el juego en político, en oposición democrática versus gobierno con tendencias autoritarias, quedando la discusión ideológica para el modelo de país, o el debate entre socialismo del siglo XXI versus democracia social avanzada o lo que sea que salga como modelo alternativo desde la oposición. De manera que los estudiantes no han podido ser asimilados con la oligarquía, ni con el imperio, y ni siquiera con los partidos políticos de la oposición, que aún están en terapia intensiva de recuperación. Todo lo anterior me parece sumamente positivo, y es en parte el resultado del esfuerzo denodado de los sectores más pensantes de la oposición, los más veteranos y de mayores convicciones democráticas, en su lucha interna para derrotar a los antipolíticos, los golpistas, los amateurs, los aprendices de brujos y todos aquellos que andan buscando un atajo para derrocar al régimen.
4.- Nótese que no es lo mismo derrotar que derrocar. Muchos estudiantes han reconocido que se sienten de oposición, que no les asquea la idea de los partidos políticos, aunque éstos deben adaptarse a las nuevas realidades que la globalización, las nuevas tecnologías y el simple paso del tiempo han introducido en la política. Los partidos tienen una gran tarea por delante, pero afrontan un prerrequisito: deben deslastrarse del modelo de ‘centralismo democrático’ o del modelo glotón que los hacía tratar de devorar todos los espacios de acción pública que creaba la sociedad: sindicatos, grupos estudiantiles, gremios profesionales, hasta las juntas de vecinos. Me explico: para seguir adelante con más posibilidades luego de esta explosión estudiantil creo que ayudaría mucho que finalmente los partidos de la oposición redefinieran su ideario, su modelo de país y el rol que quieren cumplir al lado –y no arriba- de tantos movimientos y redes sociales que están actuando exitosamente y de manera autónoma –aunque sin coordinación- desde hace más de dos décadas. Los partidos de oposición no pueden dirigir, ‘jefear’, a esos movimientos. Tales partidos requerirían convertirse en una red de redes, en una coordinación de intereses, en un impulso de orientación general que cada tanto tiempo va a proponer candidatos a los cargos públicos y que en un momento dado pueden proponer un candidato que derrote al Presidente. Eso es político menos que ideológico, aunque el modelo de país sí requiere un cierto debate ideológico.
5.- Creo que en un momento dado los estudiantes –y una buena mayoría de los venezolanos- van a decir sin remilgos, sin odios y también sin complejos de culpa: ‘Sí, quiero derrotar al Presidente, no derrocarlo: eso es lícito, no es pecado, no es oligárquico ni imperialista y además está en la Constitución y es algo perfectamente democrático: y tal fin nos estamos formando políticamente, estamos debatiendo un modelo alternativo de país para corregir el rumbo, y nos estamos organizando mediante las redes civiles coordinadas por los nuevos partidos’. Esa es una agenda propia, no una impuesta como provocación desde ‘Aló, Presidente’.
6.- Un jesuita a quien admiro mucho no se cansa de decir que los venezolanos nos podemos poner de acuerdo muy fácilmente sobre cuatro o cinco temas básicos como la lucha por una mejor educación, lucha contra la pobreza, lucha contra la inseguridad, así como sobre el deseo de un régimen de libertades con mecanismos políticos democráticos. Quizás por eso el llamado estudiantil al diálogo y a la conciliación nacional genera tanto miedo: quienes discuten corren el riesgo de darse cuenta que no tienen muchas diferencias entre sí, y que están de acuerdo en muchas más cosas –las cuatro o cinco que dice el padre Luis Ugalde- de las que sostiene quien desde Miraflores ha sembrado un lenguaje de división y confrontación que ya tiene hartos a la gran mayoría de los ciudadanos de esta tierra de gracia.

La generación iPod va a la calle (I)



Cualquiera que haya contemplado una manada de cheetas o leones en televisión sabe que los cachorros cuando acompañan a los padres no juguetean y corretean porque sí: cuando se muerden y persiguen, cuando se divierten con alguna presa que los mayores les dejan al alcance, están aprendiendo a ser predadores.
Ocho años oyendo las discusiones políticas de sus padres en la cocina, ocho años de bombardeo inclemente de mensajes políticos por los medios de comunicación, ocho años de marchas, de golpes y contragolpes, de motorizados armados contra guarimbas, de exilios, de duelos, de presos que se escapan en medio de un ambiente bufo, y el resultado de una juventud altamente politizada está aflorando visiblemente de parte y parte.
Si el actual proceso quería procrear una juventud con conciencia política de cambio, pues lo ha logrado, pero sobre todo dentro de la oposición. Los estudiantes chavistas también son jóvenes y están altamente politizados: pero aunque son de la misma generación pertenecen a un ala conservadora, no quieren cambiar nada, simplemente continuar un régimen que ya en ocho años se ha ‘normalizado’, en el sentido de que los eventos políticos en su interior pretenden seguir en la mayoría de los casos los rieles e instituciones que el mismo proceso ha creado y que en su momento fueron de cambio, novedosos, revolucionarios si usted quiere, pero que ya hoy en día son normales, habituales: seguirlos no implica ninguna ruptura.
Creo que asistimos a la eclosión de una generación de animales políticos –en el sentido de Aristóteles- con una configuración muy peculiar; algo así como una generación de animales políticos iPod. Para ellos, la realización como seres humanos sólo puede ocurrir plenamente en el espacio público, en el encuentro y el intercambio con los otros, como para el ciudadano de la pólis ateniense. Claro que ahora el encuentro tiene dimensiones globales, reales y virtuales a la vez, en una especie de ágora híbrida: puede ser con un vecino, con alguien con quien codo a codo marchan, con sus compañeros de universidad o con alguien muy distante, con quien se comunican instantáneamente mediante la tecnología que les ha dado sus herramientas de lucha, de trabajo y diversión por excelencia: los celulares, los iPods, las lap-tops y los blackberry.
Se afirma que permanecieron ocho años fuera del activismo político como gremio, en tanto estudiantes. Pero esta red estudiantil no se improvisa ni es producto del azar. Entiendo que tienen bastante tiempo organizándose; recuerden ustedes el asesinato de los hermanitos Faddoul, cuando salieron espontáneamente a la calle, cuando se sentaron y bloquearon la Av. Teherán de Montalbán y la autopista. Inmediatamente, vino el evento ‘Acuéstate por la vida’, en Plaza Altamira, con los cuerpos yacentes clamando por el derecho a la vida, recortados por las figuras dibujadas con tiza que simbolizan a los caídos: fue el primer aviso. Luego siguió una cierta coordinación en torno a la defensa del voto en diciembre 2006 (Plan V), que les dio músculo organizativo. Tócales sus intereses y estás lanzando un fósforo en un tanque de gasolina. Porque no se trata simplemente de defender la libertad de expresión y la de escoger lo que quieres ver: también les amenazaron directamente la autonomía universitaria en aquel mitin jactancioso del Teresa Carreño. Por la boca muere el pez. Sin alusiones subliminales.
Que se movilicen defendiendo sus intereses directamente amenazados no los descalifica sino que los legitima aun más: quien en política dice no defender algún interés que le toca, es un farsante, tratando de hacerse pasar por un ángel: sólo que, como decían los federalistas, si fuéramos ángeles no necesitaríamos gobiernos.
Primero dijeron que no estaban haciendo política, lo cual era ridículo porque tenían paralizada una ciudad entera. Luego dijeron: ‘Bueno, sí estamos haciendo política pero sin partidos políticos’. Esto último es respetable, pero no puede durar para siempre. Sin partidos políticos nuevos, sin ideología ni un modelo alternativo de país, no van a tener largo aliento, en tanto oposición que defiende ciertos derechos sectoriales que les afectan así como otros valores y derechos generales más amplios y difusos.
Finalmente se les oye decir: ‘Bueno, no le tenemos asco a los partidos, sabemos que son necesarios, pero ya en su momento afrontaremos ese tema.’ Eso suena también bastante sensato. Pero uno espera que ese momento del encuentro no se prolongue indefinidamente en el tiempo, porque el mal no duerme, y hasta en sueños busca organizarse para controlar todo.
La ventaja que tienen los jóvenes afectos al proceso es que tienen ideología, partido y recursos, algo que se vio claro en la unidad monolítica de sus discursos ante la Asamblea Nacional, unidad montada por supuesto sobre la persona del Presidente y su proyecto. A usted puede parecerle que tanto la ideología como el partido que cobija a estos jóvenes ‘revolucionarios’ son una mamarrachada: pero son reales, no son fantasías, y lamentablemente la oposición no tiene algo equivalente, pues para derrotarlos se ha dedicado con una disciplina ejemplar a destruir sus propios recursos políticos, en una actitud que el inefable CAP llamaría de autosuicidio. Pero el debate está abierto: y uno sabe cómo comienza, pero no puede adivinar cómo termina.