miércoles, 10 de octubre de 2007

Mires vio caer a Satán como un rayo

Estimados amigos:
Gracias por vuestras palabras, y pido disculpas de que este leve incidente (Martínez) los haya distraído un tiempo que para ustedes debe ser precioso.
Ya la arrechera, a mí, se me pasó.
Alguien me hizo ver que, casi por casualidad me, cayó un piedrazo de los miles que se están lanzando los opositores venezolanos entre sí. Leí algunos artículos recientemente publicados en vuestro país, y efectivamente es así. A mí, desde la distancia, me ocurrió algo que a ustedes les ocurre a diario, y casi es normal que así sea.
Lo que no es normal, es esa autodestructividad que se ha apoderado de la oposición venezolana en los últimos tiempos, y de la cual el artículo de Ibsen Martínez es sólo un pequeño ejemplo. A juzgar por lo que leo (me puedo imaginar apenas qué es lo que se dice) debo concluir que esa oposición se encuentra en un estadio altamente neurotizado, casi patológico.
Hay una segunda razón que explica porqué se me pasó ya la arrechera. Se trata de un libro. Mientras viajaba ayer a München, leía en el avión el libro de René Girard "Je vois Satan tomber comme l´éclair" (Yo ví a Satán caer como un rayo). Seguro que está traducido al español, se los recomiendo, es realmente apasionante. En ese libro se relata de "el milagro terrible de Apollonios de Tyana". Apollonios, quien vivió en el primer siglo de nuestro calendario, era un conocido filósofo y curandero, y fue llamado por el pueblo de Éfeso para que viera las posibilidades de erradicar una peste que desde hacía años asolaba la ciudad. Apollonios acudió entonces hasta el altar de los Dioses, y vio que en sus escalinatas se encontraba sentado un miserable mendigo. "Ese es el culpable" - dijo Apollonios, a la multitud que lo seguía- "Hay que apedrearlo y matarlo". Nadie se atrevía a seguir dicha orden, por supuesto. El mendigo parecía, además, muy inofensivo. Entonces Apollonios lanzó la primera piedra. El mendigo, lógico, lo miró con enojo. Al ver los ojos enojados del mendigo, algunos habitantes decidieron también lanzarle piedras, después más y más, hasta que el pobre mendigo quedó sepultado debajo de una torre de piedras, arrojadas por una multitud llena de odio.
Cuando los de Éfeso sacaron las piedras del lugar, el mendigo muerto bajo el peso de las piedras había sido reducido a una miniatura monstruosa, y los habitantes de la ciudad, al verlo así, creyeron efectivamente, que habían matado a un demonio.
Lo asombroso, es que después de ese horrendo crimen, no hubo más peste en la ciudad. Éfeso, la ciudad, estaba enferma, pero la peste era sólo un síntoma. Éfeso necesitaba un objetivo para descargar la destructividad y el odio que carcomía a cada habitante de la ciudad. Y el asesinato del mendigo, trajo la paz. Y yo pensé en la oposición venezolana.
Tengo la impresión de que todos andan buscando a un mendigo a quien apedrear, y en esa búsqueda, se están lanzando piedras entre sí.
La diferencia con los de Éfeso es que todos conocen las razones de la peste. Y al igual que en Éfeso, el demonio de la peste no es un mendigo. El demonio de la peste ha sembrado intencionalmente la desconfianza frente al sistema electoral, y ha dividido a la oposición en dos, los que quieren no votar y los que quieren votar. Pero no sólo ha dividido a la oposición en dos, sino que ha dividido en dos a cada opositor.
La oposición esperó que los estudiantes llegaran, como si los estudiantes fueran un Apollonios colectivo, y les dijeran lo que había que hacer. Pero como los estudiantes son de la oposición, también llegaron divididos entre sí y dentro de sí. Por mientras, el señor de la peste ríe y ríe.
Como yo vivo muy lejos y como además no soy Apollonios y tampoco un mendigo, no me corresponde decir lo que habría que hacer. En ese punto Martínez tiene razón. Lo único que se me ocurre pensar es: "No hay que seguir buscando mendigos para matar".
Un abrazo
Fernando Mires.

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